Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 10

no la espere porque está terminando unas maquetas con esa amiga embarazada con la que, también adivinamos junto a la sospecha de Adèle, el amor de su vida tiene un romance y, finalmente, cuando Emma la echa de su casa porque Adèle confiesa una relación con un compañero de trabajo y Emma, lo sabemos ahora —y también sabemos que es un poco como Hermes que no mentía pero tampoco decía toda la verdad— no soporta la gente mentirosa. Final de la convivencia, del romance, del despertar de Adèle a la vida sexual; final de una porción de vida. Antes de esto, el despertar sexual de Adèle, su iniciación a la vida por fuera del lycée y de su familia, no parece tan traumática, apenas el darse cuenta de sus inclinaciones sexuales para con su mismo género y, cuando conoce a Emma, algo del orden natural de las cosas aparece allí, el paso a la convivencia no es más que eso. Después de esto un fuera de campo total y el encuentro final con Emma y la cegadora clarividencia de la finitud. Se pueden buscar algunas cosas más en el film de Kechiche: la vista de dos clases sociales a través de las comidas y del discurso, las referencias culturales casi antinómicas a través de la literatura, de la pintura, y del cine, tallarines y ostras, Marivaux y Laclos, Klimt y Schiele, Kubrick y Scorsese... pero no mucho más. Y está muy bien que así sea, estos son los datos y podemos imaginar cosas por medio de ellos, no se trata de un film acerca del contraste social ni una explicación psicologista de la sexualidad, no es una disección de la burguesía francesa ni el adentrarse en una profundidad psíquica para encontrar interpretaciones acerca de una elección sexual, no es un tratado de esto o aquello, es un film acerca de un aprendizaje. Sí, está sostenido por una interpretación sublime de sus dos protagonistas excluyentes, tal vez más Adèle que Emma y no sólo porque está presente en todo su desarrollo sino más bien porque aparece como más versátil en trasmitir emociones a través de su rostro —emociones genuinas, no tics aprehendidos. Sí, las escenas de sexo están coreografiadas y semejan más una pretensión de mostrar sólo la gracia impoluta de dos cuerpos hermosos que la búsqueda, siempre vacilante y siempre inconclusa, de mostrar el placer sexual por fuera del ángulo correcto y de la luz correcta y del encuadre perfecto. Puede escandalizar pero esto está por fuera del film, no hay nada para escandalizarse. La Palma de Oro de Cannes puede sonar a un gesto político del bueno de Spielberg en un momento de protestas contra la legalización del matrimonio homosexual en Francia, pero esto es nada más que una hipótesis injuriosa. Puede 8 parecer que Kechiche abandonó sus inmigrantes tunecinos a mejor suerte para adoptar definitivamente la nacionalidad cultural fílmica francesa, esa burguesía tan cara al sentimiento cinematográfico del país que se jacta de haber inventado el cine (pero no Garrel); aunque esto es una sospecha, habrá que esperar. La buena de Adèle sólo deseaba ser maestra