2. M itos
y realidades sobre la votación desde el extranjero
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Dreamers: ni desterrados ni
apátridas
Lo que los Dreamers no se han dado cuenta
es que con su lucha han materializado un
debate otrora utópico, el de la ciudadanía
trasnacional realmente en activo. Su ejercicio
político ante Estados Unidos juega en las
claves y normas de ese país, ahí es su lucha.
Pero la realidad de la deportación de miles,
la eminente deportación de otros tantos
más y el siempre posible resultado fatal de
tener que volver al país que no eligieron
pero donde está su “ombligo” de nacimiento,
México -de donde son 650 mil de los 800 mil
jóvenes con este estatus-, implica que llegó
la hora en que se atrevan a ver un poco más
arriba de la polvareda en que se da la disputa
electorera de su futuro. Que vuelen alto y
vean que las fronteras, como ellos mismos
lo han demostrado, son marcas absoluta-
mente irracionales, puestas ahí a modo y por
imposiciones históricas. Que son geografías
arbitrarias que no deben definir el destino
de cada uno. Llegó el momento de que se
rebelen contra la condición de personas sin
derechos, sin documentos, sin papeles, de
ser tratados como no ciudadanos. Son ciu-
dadanos y tienen un As bajo la manga, una
ciudadanía que es imperdible y que más allá
de insistir en conseguir su objetivo final, si la
reforma migratoria llega algún día y Trump no
tuitea algo que aniquile sus ilusiones, tienen
la posibilidad de ejercer derechos, de exigir a
políticos que los han olvidado, que de hecho
ni los consideran parte de su mapa electoral
mexicano, de poner a prueba lo que dicen
que han aprendido de la cultura política del
país que respetan que repite incansablemen-
te, “If you don´t vote, you don´t exist”.
No son unos desterrados, no son apátridas, son ciudadanos mexicanos
y pueden ejercer esa condición. No sólo en la parte simbólica y de
ternura amorosa hacia las partes buenas que les han dicho que es
su país de origen. Pueden votar, ejercer su opción, hacerse visibles
a los ojos de políticos mezquinos que lo único que quieren es que
sus padres sigan mandando remesas y los que puedan resuelvan su
situación migratoria y “se queden allá”. Tan es así que este tema
tan sensible para millones de mexicanos radicados en Estados Uni-
dos desde la era Obama, solo se volvió tema de interés amplio en
México porque Trump lo hizo visible con su bravuconería. Nunca
antes fue importante más allá de algunos círculos de expertos.