BRUJULA CIUDADANA El rumbo del federalismo | Page 5

1) E volución del federalismo y los retos para el cambio 3 integran la clase gobernante les permitía ne- gociar una iniciativa o un acuerdo, apelando a los mecanismos de comprar voluntades o de ofrecer algún incentivo personal. Como prueba de ello, en estos años han nacido nuevas expresiones perversas de ha- cer negocios para apoyar algún proyecto de política pública como son los moches, una manera de recibir una tajada personal ya sea en el congreso o autoridades para promover un presupuesto o proyecto. Esta y otras prácticas han venido profundi- zando un régimen político que está podrido y es una de las causas de la desigualdad, corrupción e impunidad permanentes. Frente a esta realidad, es apremiante cons- truir nuevas formas de ejercer la función pública, una necesidad que como ciudadanía hemos exigido y se corroboró con el resul- tado electoral más reciente, a fin de que se sienten los pilares donde el patrimonio público tenga carta y fin de interés público. En esa perspectiva, bienvenidas las iniciativas públicas que tengan como contrapeso la vi- gilancia y también reconozcan la inteligencia de la ciudadanía. No bastan las buenas intenciones. Es el mo- mento de construir una nueva relación entre las autoridades y la sociedad fundamentada en la corresponsabilidad, la transparencia y la rendición de cuentas. Tenemos que pasar de los hechos a los dere- chos, porque más allá del sufragio buscamos ser parte del nuevo diseño del régimen po- lítico donde la ley se aplique efectivamente, las políticas públicas sean precisamente eso, públicas, y donde se consolide la interacción entre gobierno y sociedad para construir el bien público. Tenemos que abandonar los paradigmas obsoletos e insostenibles que sustentaron por décadas el viejo régimen. Las medidas tanto de austeri- dad y de descentralización pro- puestas por el equipo de AMLO tienen que fundamentarse en el cambio de régimen político que mantuvo indemnes privilegios y desigualdades. Dichas medidas deben aludir a la transpa- rencia, sin dejar de lado su costo e impacto político. Algunos argumentan que la des- centralización es un despropósito pues el traslado de las 31 dependencias federales