Blablerías Nº 21 - Abril 2017 | Page 9

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La habitación deja de ser una página en blanco.

La oración comienza con mayúscula:

—Te amo —dice el sujeto.

Ella tiembla entre puntos suspensivos.

Es el objeto directo del placer y se hace cargo del silencio; del renglón vacío que reclama la respuesta justa.

Hay poco que pensar y mucho por sentir. Otra vez tiembla.

Se decide, lo acaricia.

Apenas.

Lentamente.

Femenina y visceral en manos del adverbio, escribe el verbo sobre la mejilla del hombre llamado “Amor”.

Él respira profundo, hace una pausa en cada coma. Hierve sin remedio entre paréntesis.

Sus ojos, húmedos de cariño y de razones, la miran vencidos; lloran por la noche que se va, esfumada entre relojes que no saben de metáforas, ni de besos esperando al borde de la boca.

La voz es una frase sin contexto que no se atreve a decir basta. Se quiebra en el intento.

Muerde las palabras hasta hacer sangrar la última letra.

La historia no respeta la sintaxis.

No hay pasados ni futuros.

Solo presentes infinitos conjugados en la primera locura del plural. “Ahoras” plagados de urgencias. “Ahoras”, tantos como espacios quedan antes del último punto.

Se acentúa la pasión. Es un nudo inevitable y predecible.

El argumento se sostiene a cualquier precio cuando vale la pena el personaje.

Entre sábanas y emociones revueltas, el complemento de lugar se desparrama por el piso.

Los abrazos se caen de la cama.

De pronto, ya no alcanza con poner el cuerpo; hay que apoyar la situación poniendo el alma.

Entre signos y guiones, la interjección gime y suspira hecha susurros.

Ser feliz es mucho más que un adjetivo.

Explota el predicado.

No hay figura literaria que resista semejante surrealismo.

Renglón en blanco.

La luna se duerme en la ventana.

El adiós, cada vez menos abstracto, comienza a girar transformado en una llave, en un dedo en el gatillo, en una bala que espera.

La vida es una tragedia que a menudo termina en plena noche.

Cuando se acaban las páginas.

Cuando el final, más que un punto, es un dolor concreto que se hunde en el pecho sin opciones.

Cuando una puerta se cierra.

Y nos mata por la espalda.

Análisis de una tragedia sintáctica

Cuento

de Ale Oliver Gulle