Blablerías Nº 21 - Abril 2017 | Page 7

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Poesía oral

Musarañas y escorpiones opinaban que era necesario un cambio en la manera de compartir los diferentes rincones del jardín. Según las abejas, era claro que el espacio florecido les pertenecía y que no querían conceder a las libélulas, a las que consideraban unas recién llegadas, ningún sector. Los saltamontes cambiaban de tema sin ir a lo esencial y los grillos, a los gritos, no aportaban ni calma ni claridad.

Tras la pequeña contribución de chinches y pulgones, se llevó a cabo una consulta no vinculante. La cuestión era si, luego de definir cuáles serían los sectores comunes para todos los insectos de buena voluntad que quisieran habitar esa sección del jardín, las cucarachas podrían o no disponer de ese espacio por la noche. Estos ortópteros corredores pretendían vivir, a pata suelta, sus correrías noctámbulas.

Las posiciones estaban divididas. En forma rotunda se opusieron avispas, hormigas y cigarras. Por el sí, aquellos que ya tenían poco que perder porque hacía rato que las malas lenguas los trataban de chupasangre, carroñeros, amanerados, rastreros: mosquitos, moscas, mariquitas apoyaban a las cucarachas en su reclamo.

La campaña fue dura. El escrutinio, discutido. Los resultados casi irrelevantes. Solo quedó entre todos el mal gusto de discusiones inútiles, y alguna que otra pancarta rota en la que aún se lee: “Por sí… las moscas”.