Blablerías Nº 21 - Abril 2017 | Page 21

Narración

para leer

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por Cristina Villanueva

Al acompañarlos en la lectura, los niños se sienten aliviados porque entienden que los padres aceptan sus ambivalencias, sus fantasías agresivas y vengativas con los adultos, tan poderosos. Por eso, es mejor leérselos, que dejar que los lean ellos solos.

Freud afirmó que la única manera en que el hombre logra dar sentido a su existencia es luchando con su naturaleza contradictoria, donde conviven el bien y el mal, sin ceder a la evasión. Esto es precisamente lo que los cuentos de hadas trasmiten a los niños: que la lucha contra las dificultades de la vida es inevitable, pero, si uno no huye, puede alcanzar la victoria contra las injusticias.

Hay otras historias que, si bien les evitan a los niños enfrentarse con los problemas existenciales que los acucian, como rivalidades edípicas, fraternas, miedo al abandono y otros, no son interesantes para ellos y no cumplen una función enriquecedora. El niño necesita que se le den sugerencias simbólicas de cómo debe avanzar hacia la madurez. Los cuentos de hadas los enfrentan con los conflictos humanos básicos; en cambio, los cuentos seguros evitan hablar de la muerte y del envejecimiento, que forman parte de la vida misma. Muchos cuentos de hadas comienzan con la muerte de uno de los padres; otras veces, un viejo rey debe darle a uno de sus hijos el reino y, para ello, los somete a pruebas. Plantean, en forma breve y concisa, problemas existenciales. Los personajes están muy bien definidos y todos los detalles que no son importantes quedan suprimidos. Las figuras son típicas en lugar de ser únicas. Tanto el bien y el mal toman cuerpo en determinados personajes y sus acciones. Igual que en la vida y en cada uno de nosotros, se presentan problemas morales a resolver.

Por otra parte, el malo, simbolizado en el enorme gigante o en el dragón o en la malvada reina, no carece de atractivos; a menudo ostenta, temporariamente, el poder, pero el mal es castigado al final del cuento. El hecho de que el héroe sea más atractivo, además de virtuoso, contribuye para las enseñanzas morales. Los personajes de los cuentos de hadas no son ambivalentes (buenos y malos al mismo tiempo): son buenos o malos. La polarización domina también la mente del niño. Así se le ayuda a analizar las diferencias entre ambos.

Hay cuentos en que el aspecto moral no interesa. Lo que importa es que hasta los más humildes pueden llegar a ser algo en la vida, como por ejemplo El Gato con Botas.

Los cuentos de hadas toman muy en cuenta los terrores de los niños, la necesidad de ser amados, por su absoluta dependencia, y ofrecen soluciones que pueden entender. Actualmente -y más que nunca, por nuestra forma de vida cada vez más aislada- es importante la imagen que aparece en esas historias de un hombre solitario que tiene relaciones satisfactorias con el mundo que lo rodea.

El cuento es ante todo una obra de arte y no beneficiaría psicológicamente a los niños si no lo fuera. En ellos, se externaliza lo interno, a través de los personajes y sus hazañas, que se hacen comprensibles para la mente infantil. El cuento es terapéutico, porque el niño encuentra sus propias soluciones mediante la contemplación de lo que la historia parece aludir de su propia vida en un momento determinado. La naturaleza irreal de estas historias pone el énfasis no en una utilidad concreta del mundo real del niño, sino en su mundo interior.

Las fábulas exigen o amenazan; en cambio, los cuentos de hadas mantienen la

esperanza en un final feliz. L. Carrol los llamó "un regalo de amor". Como tal, es bueno que sigamos contándolos para trasmitir la esperanza a través de la voz. Esa caricia de que el chiquito puede vencer al ogro poderoso y gigante es una lucha cálida contra la impotencia.