Blablerías Nº 21 - Abril 2017 | Page 10

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Soy médica narradora

Soy médica generalista, de esas que pasan por el pueblo y conocen a todos o a casi todos. Ya saben que me levanto temprano y tomo mate mientras me pongo al día con las cosas que puedo resolver a través del cyberespacio.

Experiencia

Ando un poco a las corridas y muchas veces en el día tengo que repensar y repensarme ante situaciones que la Medicina “tradicional” no puede resolver, al menos no desde la mirada tuerta que da la formación con el ojo de lo integral tapado. Con esta frase me estoy refiriendo a que nos formamos en la Universidad pública gratuita con grandes profesores, pero en una época rodeada de silencios y temores a la participación (primer año de democracia en Argentina después de diez años de dictadura militar). Creo que es por esta situación que ese ojo me lo destaparon personas claves, que compartieron mis días, y la comunidad que me cobijó siempre, como siempre hacen todos los espacios comunitarios.

Antes de pasar a mostrarles algunas fotografías de mi trabajo, voy a contarles cómo conocí a mis mejores compañeros. La psicóloga que más influyó en mi formación fue una joven rubia de cabellos ondeados, alocada, de ojos celestes que brillan detrás de anteojos gruesos. La conocí en un curso de Extensión Universitaria dictado por el Bioquímico Rubén López (lo había conocido en la casa de Gaby, la violinista más dulce de Córdoba y mamá de algunos de mis pacientes). Lo que Rubén dictaba era una formación en Narración Oral. Cuando nos presentamos en ronda, cada uno dijo quién era y qué hacía. Mariel Castagno habló después de que yo había dicho todas las cosas lindas que ofrece ser médica rural… Ella se presentó diciendo: “Quiero trabajar con Ana”. Y así fue.

Por eso comencé a buscar en el armario de las estrategias personales algo que pudiera ayudarme a “desacartonar” y a aceptar diferentes conceptos, a pensar en plural. Y lo que apareció fueron algunos cuentos e, indudablemente, esos amigos que están en los lugares y momentos indicados.

Yo no tenía claro si quería ser médica de esas de consultorio, bonitas de labios pintados y tacos altos, pero sí estaba segura de querer ser parte de las luchas que los movimientos sociales insinuaban para respaldar los derechos de las comunidades.

Por eso comencé a leer a Menéndez (sociólogo) a Róvere (sanitarista, pediatra) a Pablo Neruda, al Sub Comandante Marcos y a escuchar las letras de Pedro Guerra, de Lila Downs, del Peteco Carabajal e incluso de Carlos (La Mona) Giménez, que era la música que escuchaba la gente.

Y desde ese lugar empecé a recorrer y a conocer espacios permanentes de vulneración reiterada y sistemática de oportunidades, y su vínculo inseparable con la salud.

En el anecdotario comienzan a surgir relatos vinculados con la mujer, en primer lugar. En la provincia de Córdoba existían leyes que se posicionaban en un lugar rígido de impedimento a decidir. Tal vez las acciones en el área de Educación sexual integral fueron las más variadas e ingeniosas. Porque hicimos Historia o, mejor dicho, fuimos parte de la Historia. Hacíamos cosas ilegales: entregábamos anticonceptivos orales, poníamos DIUs y les decíamos a las