Blablerías Nº 20 - Enero 2017 | Page 9

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Experiencia

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CONTAR PARA QUE LA REALIDAD DUELA MENOS

...Cómo dicen de nosotras... ”Las maestras jardineras no somos dulces, ni simpáticas, ni las segundas mamás de los niños, ni las que cantamos durante veinticuatro horas “el payaso plin plin. No nos manejamos con omnipotencia mágica ni animismo. Tampoco es verdad que seguimos esta carrera porque “solo nos encantan los chicos” ni que no leemos más que Caperucita Roja…” (Patricia Iglesias Torres).

Para empezar, no somos (todas) lindas, no. En especial, las que tenemos más de treinta (¡de profesión, eh!). Estamos inmersas en una difícil realidad: vivimos con niños que tienen un montón de dificultades. No solo ese es un niño inquieto: es ese niño que no encuentra sosiego porque vive una realidad muy compleja de la mano de la delincuencia, de la droga, en la que siempre está presente la violencia. ¿Nos ponemos a pensar que seguramente, en ese día, la única vez que alguien se dirija a él para hablarle y mirarlo será en ese ratito que uno le dedica cuando le cuenta un cuento? ¡Qué importante es! Y a veces lo hacemos en “piloto automático”. Sacamos el cuento de la biblioteca, se los leemos y, en el mejor de los casos, hacemos un montón de gestos exagerando y cambiando las voces mientras ellos se pelean por ver los dibujitos.

Hace un tiempo tuve la suerte de que la varita mágica me tocara para encontrarme con un grupo de gente maravillosa en la escuela de NaRRacuentos. Allí pude descubrir un universo inexplorado (el cual yo creía que manejaba al dedillo después de treinta y cinco años de docente). Redescubrí la magia de ese momento, el disfrutar con ellos de la narración; esa que se realiza cuando el docente siente la necesidad de contar. Comencé a registrar viejos hábitos enquistados en la sala y los fui cambiando. Al abrir la biblioteca, elijo los cuentos que me llaman como si tuvieran lucecitas, los llevo a casa, los leo, y elijo “ese“ que me atravesó por alguna razón. Al día siguiente, se los cuento como yo lo recuerdo y, al finalizar, miramos las ilustraciones. A veces lo repito si ellos me lo piden. ¡Y cuánto lo disfrutamos juntos!

Las maestras jardineras no somos payasos permanentes, pero cuando perdemos el miedo a mostrar nuestras emociones, podemos crear y disfrutar de esos momentos mágicos que les cambian el día a los chicos, haciéndolos imaginar y sentir que alguien les regala un abrazo lleno de palabras calentitas.

Carta de María Alejandra Lacconi, Maestra del

Jardín de Infantes “Comodoro Echegoyen"

Ale Lacconi es maestra de jardín por vocación y cuentacuentos por amor a la palabra. Trabaja en la docencia desde hace treinta y cinco años. Ella se enfrenta cada día a la dura realidad de una problemática social que afecta a tantas escuelas de la ciudad. Ella es una educadora comprometida que a veces se desespera, pero que no baja los brazos y apela a los cuentos, y le pone el pecho a la impotencia para hacer por su comunidad mucho más de lo que puede.