Blablerías Nº 19 - Octubre 2016 | Page 9

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Entrevista

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El escritor hace un texto escrito y el narrador, como un lector, lo pone de pie al oralizarlo, como un lector lo pone de pie cuando lo lee, desde sus propios esquemas previos.

Entonces, si un narrador oral dice “voy a contar un cuento de Laura Devetach donde hay una hormiga”, esta es la versión del narrador oral y eso es una versión legítima. Después, si esa versión es buena o es mala, es otro cantar; que tenga calidad o no, depende del narrador.

RL: A mí me pasa algo con un texto de Oscar Aris, autor cordobés. Al leerlo, me involucré tanto con la historia que me veo a mí mismo en esas imágenes. Los protagonistas somos una vieja amiga, compañera del coro de mi facultad, y yo. Somos nosotros quienes nos sentábamos en una mesa de bar, charlábamos y compartíamos literatura y poesía. Esto me ocurre muchas veces al enamorarme de una historia: soy yo quien está allí, no los personajes del autor, y necesito contarla desde ese lugar de absoluta conexión con mi propia experiencia de vida. ¿Qué estoy haciendo allí? ¿Versión? ¿Adaptación?

GB: Hay dos palabras que pueden servir: una es parafrasear: cuando vos estás repitiendo, pero lo estás haciendo desde una óptica personal, estás parafraseando lo que otro ha fraseado. Y la otra es el Intertexto: todos estamos hechos de intertextos. Toda nuestra narrativa está hecha de intertextos, nuestro discurso. Somos lo que hemos leído. Lo que hemos vivido nos constituye ¿cómo te despojás de eso?

RL: A mí me pasa esto con las historias: las vivo mientras las cuento. Sé que son ficción. Pero las imágenes que guardo de ellas en mi memoria son tan reales como las que realmente he vivido. En mi memoria están todas estas imágenes con la misma fuerza vital. Puedo contar una historia, que sé que es ficción y que nunca viví, de la misma manera que una anécdota que efectivamente me pasó.

GB: Pero podés discriminar… Je je… Si no, estarías para un siquiátrico.

RB: Ja ja ja… Quiero decir que anclo mi ficción con imágenes de mi historia de vida. En mi memoria, en mi archivo de imágenes y sensaciones, están todas con la misma fuerza.

GB: No hay otra forma de recrear un texto cuando lo leés como lector. Yo siempre doy este ejemplo que a mí me resulta: ¿Cómo será un cuento de Quiroga leído por un niño de Alaska? ¡Claro que ha visto imágenes por tv, en el cine o en los libros sobre la selva!, pero ¿tiene la "vivencia" de la selva? ¿Conoce de la humedad, el calor, el olor, el sabor, la sensación, los sonidos? Seguramente no, pero los construye con su imaginario, ancla con sus conocimientos previos, como puede. ¿Lo entiende? Estoy segura de que sí. Y son tan valiosas las imágenes del que lo lee, como las del que lo escribió.

A mí me pasó puntualmente con García Márquez y el boom latinoamericano. De adolescente me hice fan total. Fue un antes y un después como lectora. En toda su obra leí sobre los "gallinazos" y no sé por qué, pero yo imaginé que eran una forma de nubes en el Caribe, que yo no conocía, y que él veía en ese cielo. En cuanto pude me fui a Colombia a conocer mi Macondo, para ver qué había de Macondo en Colombia. Y era así... cuando vas entrando a Medellín, es Macondo. Y no te digo cuando te vas al mar, o te adentrás en la selva. Pero a los gallinazos no los vi. Un día, en Medellín, me pongo a hablar con unos profes en un bar, les cuento esto y les digo que nunca he podido ver a estos gallinazos; que yo me los imagino como unas formaciones de nubes que se dan en el atardecer, de color anaranjado. Era un bar muy moderno, ecológico, con plantas y animales sueltos. En un momento salta de la tapia un pedazo de gallina, grande como un perro. Todos se ríen y una de las colegas me dice: ¡Eso es un gallinazo! Era tan sencillo como que gallinazo era el aumentativo de gallina; pero yo le había atribuido al realismo mágico y a García Márquez una dimensión tal, que no podía tratarse de una gallina grande, sino de algo mucho más poético que lo que él escribió en el libro.

¿Quién le había atribuido toda esa cosa?: yo.

¿De dónde lo saqué? A ver, si leíste Cien años de soledad ¿viste cuando Aureliano suelta los papelitos amarillos como mariposas y saltan los gallinazos? Creo que de ahí me salió la locura. Yo me imaginaba que esas mariposas no se caían al piso, que salían volando y se iban al cielo y los gallinazos eran esas nubes amarillas que quemaban a esos papelitos que saltaban como mariposas en el cielo.

¿Era válido o no? Viví con eso como quince años, feliz de la vida. ¿Quién me quitaba a mí que los gallinazos no eran esas nubes? Yo, muy tranquila. No conocía el Caribe y lo construí desde un lugar que era mío. Cuando los vi, mis gallinazos eran más poéticos que lo que escribió García Márquez, con perdón de GM.

Entonces ¿cómo controlas al lector, al que interpreta?

No podés. Es como querer enjaular a un colibrí.