Blablerías Nº 19 - Octubre 2016 | Page 11

Fiesta

por J.M.Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos

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Reflexión

Soy una lectora compulsiva: leo a toda hora y en todo lugar. Por eso, tengo libros en el escritorio (para leer mientras entran los e-mails), al lado del teléfono (por si no me interesa una conversación), en el comedor, en el baño, en el dormitorio y en la cocina. Por eso, no salgo de mi casa jamás sin un libro en la mano o en el bolso.

He tenido muchos problemas por esta causa: me he roto varias veces algún hueso por tropezar en la calle mientras leo, me han dado mal el cambio en el banco porque me distraigo leyendo, llego tarde a todos lados porque no me puedo perder el final de un libro o de un capítulo por la tonta razón de que llega el transporte que estoy esperando… Lo peor de todo es que mi marido me ha abandonado, harto de comer la comida quemada porque me siento a leer mientras cocino.

Mi preocupación ahora son mis hijos. Ellos, al tener una madre lectora, adoran los libros. Y esto sí que es un serio problema. ¿No tendrán ellos mi misma mala suerte con sus futuras parejas? ¿No se convertirán, en el momento menos pensado, en Quijotes de la vida moderna, locos por tanta lectura, y saldrán a luchar contra molinos de viento? ¿No se estarán perdiendo el mensaje educativo de las series de televisión por culpa de los libros?

Decidida a que estas atrocidades no les sucedan a mis criaturas, he tomado medidas drásticas:

1) No voy a leer más delante de ellos, para no convertirme en un mal ejemplo.

2) No permitiré que los libros estén a su alcance.

3) Los obligaré a mirar televisión a toda hora.

4) Jamás les contaré un cuento antes de dormir ni permitiré que sus abuelas lo hagan.

5) Hablaré con el director de su escuela, para que las puertas de la biblioteca permanezcan cerradas y no haya ningún estante con libros en el aula.

6) Si alguna vez leen algo o les cuentan un cuento –solo en un descuido, claro está-, los obligaré a dibujar o a resumir por escrito las escenas más importantes.

7) Jamás los llevaré a la Feria del Libro, donde tantas tentaciones pueden corromperlos.

8) Dejaré bien claro que los libros son lugares en donde encontrar información (únicamente cuando no funciona Internet) y que nunca sirven para entretenerse.

9) Les enseñaré que el vuelo de la imaginación no existe, que el hombre no puede volar más que en avión y que las alas son solo para los pájaros.

Creo que, aplicando estas reglas estrictamente, voy a lograr –por fin- que mis hijos no lean.

Aunque no puedo dejar de preguntarme qué hubiera sido de mi vida sin la lectura y qué será de la de ellos sin ese mundo misterioso y espléndido que se revela cada vez que abrimos un libro.

ANTI - PROMOCIÓN DE LA LECTURA

Por Marita

von Saltzen

Cómo

lograr

que

los

niños

NO

lean