* 8
Casacuento
La historia que voy a contarles parece puro cuento, pero es tan mágica como real.
Se los dice alguien que ha dormido en Casacuento. Pero no en cualquier cama, no… no en cualquier habitación, no… Yo dormí en la mismísima habitación de la princesa, en su propia cama de seda rosada cubierta por tules vaporosos y rodeada por lámparas sutiles. Les aseguro que los sueños que uno sueña allí son inolvidables y realmente pertenecen al reino de las maravillas.
Lic. Mateo Niro coordinador del progrsma Bibkiotecas para Armar.
por Alejandra Oliver Gulle
www.alepepa.com.ar
por Alejandra Oliver Gulle
Refugio de soñadores
AOG: Vilma ¿de dónde viene tu pasión por contar y por levantar un lugar como “Casacuento”?
VN: Mi papá que era ruso y me pobló la infancia con historias que él mismo inventaba y me contaba en cuotas, todas las noches, poniendo su brazo como almohada. Demoraban largos meses. Por eso me volví alcancía de palabras. Guardaba esos tesoros y durante todo el día me sentía acompañada con los personajes. Les buscaba un desenlace, una complicidad, una aventura, un por qué y un para qué.
AOG: Tu papá era una Sherezada masculina...
VN: Así es. En el ritual de la noche, en la cama matrimonial, acostada entre mi mamá y mi papá, esperaba que la historia continuara hasta que en el momento de mayor suspenso papá se detenía y decía: “continuará mañana”.
Aprendí a leer a los cuatro años y devoré todo libro y cuento escrito en papel que andaba rondando.
Debajo de las tablas pitagóricas empecé a escribir poesías que escondía para que mamá no descubriera que perdía el tiempo entre metáforas, en lugar de memorizar las aburridas tablas.
AOG: ¿Cuándo
contaste ante
público por primera
vez?
VN: Cuando tenía
seis años, en la
casa de mis abuelos maternos, que tenían un bar, comencé a contar cuentos a los niños que acompañaban a sus
padres y que se
aburrían bastante.
Después fue en la
plaza, a los chicos
del pueblo; en los
veranos, a la orilla
del río, debajo de un sauce llorón.
A los doce comencé en la radio. Contaba y recitaba. Y a los dieciséis, en las escuelas, y
ero además he caminado por otros cuentos, digo, por otras habitaciones de la casa:
la de las brujas, la de los siete enanos y Blancanieves, la de los duendes, hadas, y sirenas, mares y piratas. Y hasta por “el patio donde los sapos esperan besos para volverse príncipes; el patio donde también hay una gata negra que le ronronea a la luna para armar el aquelarre”.
Así es Casacuento. Refugio de soñadores. Enclavada en La Cruz, un pueblito de Córdoba en el corazón de Argentina. Los niños y los grandes llegan para arrojar su moneda de rutinas a la fuente de los deseos. Las escuelas hacen sus visitas para escuchar las historias que narra Vilma Novick, “la señora de los cuentos”, la reina de este palacio encantado.
P
Entrevista
as