Blablerías Nº 17 - Abril 2016 | Page 18

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Narraciónón

as

por Rodolfo Castro

Palabras

por Amaia Montero

l texto escrito yace inerte e inexpresivo ante

nuestros ojos. No hay nada vivo allí, sólo rasgos apagados, un intento por existir, un libro, las paredes de arcilla de una olla vacía. El texto escrito es un recipiente. Eso que no es el libro es la lectura. Leer es caer al vacío, ingresar en ese espacio por propia voluntad y en ese acto otorgarle al libro su esencia, su razón de existir: ser leído... ser un sitio habitable.

Si la lectura en cualquiera de sus formas es un ente intangible, la lectura en voz alta demanda un acto de creación: una ilusión sonora que pueda ser vista. No se lee en voz alta para ser escuchado, leemos en voz alta para que los que escuchan vean el sonido, se arropen en él, lo habiten.

Si durante el trascurso de una lectura en voz alta notamos que alguien mira hacia otro lado pensamos que esa persona está distraída, y seguramente es así. Y es que cuando hablamos no nos dirigimos a los oídos de la gente sino a sus ojos. Aunque nuestro auditorio esté en completa oscuridad o al otro lado del receptor de radio, el sonido que nuestro cuerpo emite tiene que estar encaminado a producir imágenes sonoras. Aquí aclaro que hablo en especial de la lectura de textos literarios, aunque no descarto los otros.

La lectura en voz alta es un acontecimiento que sobrepasa el simple desciframiento de signos y su expresión sonora. El desafío del lector en voz alta es el de transformar esos signos inertes en volúmenes tangibles que respiren, se muevan con libertad y desafío, y conmuevan al que escucha de tal manera que sienta que está viendo el sonido, viendo el cuento escuchado.

La lectura en voz alta no se puede limitar a otorgar cualquier sonido a las palabras. Hay que darles el sonido que les corresponde, el sonido con el que esas palabras quieren ser dichas. Pensar en el sonido como en un ser vivo que se gesta en el interior del ser humano, nace, crece, se desarrolla y muere. Habitualmente esto no se toma en cuenta, y escuchamos lectores en voz alta que leen un cuento con los mismos sonidos que utilizan para leer un informe, una crónica o un discurso

Quizás no esté de más señalar que esos lectores en voz alta suelen perder la atención de su público, y si ese público está compuesto por niños, esa pérdida de atención se interpreta como indisciplina o falta de respeto, y por consiguiente el lector incurre en actos represivos, creyendo que así logrará obtener la atención que la lectura requiere, sin entender que ciertas cosas no se pueden imponer. Uno puede imponer la quietud

y el silencio artificialmente, pero la atención seguirá

en libertad y estará puesta en otro sitio más

interesante.

El texto escrito comparte con la oralidad un espacio común de lenguaje, pero cada forma de expresión posee reglas independientes que en algunos casos son incompatibles.

El escritor propone, pero el lector en voz alta tiene el derecho de disponer del texto según su experiencia se lo demande. Creo que esta aproximación al texto debe ser casi ritual, así como los antiguos leñadores pedían permiso al árbol para ser derribado, o los pescadores que pescan lo necesario y regresan al mar los peces sobrantes, sabiendo que así se aseguran de que siempre habrá pesca. De la misma manera, cualquier modificación que se practique en el texto debe ser respetuosa y evitar dañar los órganos vitales del cuento, ya que una adaptación grosera y poco reflexiva puede darle muerte. Sin embargo, creo que es preferible asumir el riesgo, ya que, de otro modo, el peligro lo corre el lector, que se enfrenta a textos bellos, pero que no han sido escritos para ser leídos en voz alta. Muchos textos demandan una traducción hacia el sonido; si esta no se realiza, se dañará la expresión y la lectura en voz alta se tornará plana e incomprensible para el que escucha, y quizá también para el que dice. Las personas son más complejas y maravillosas que los libros. Estos adquieren una categoría de trascendencia sólo cuando pasan y son habitados por uno o múltiples lectores.

Para que este atravesamiento pueda ocurrir con mayor frecuencia, el lector en voz alta tiene que asumir su condición de hueco. Permitir que su cuerpo se inunde con los sonidos que intuye en el texto y que luego brotarán en forma de imágenes sonoras.

Pero para no quedarme en el enunciado retórico, trataré de compartir algunas prácticas que en mi oficio como lector en voz alta y cuentacuentos me han ayudado a sacudir el texto escrito para hacerlo producir sonidos.

La lectura en voz alta de primera intención está destinada al fracaso si no se realiza una lectura previa.: hay que leer antes de leer en voz alta. Sin embargo, en las escuelas es común que el maestro señale una página y pida a sus alumnos que lean en voz alta, exigiendo que lo hagan correctamente, con buena pronunciación, respetando los signos de puntuación, y de manera expresiva; todo esto sin antes haberles permitido hacer una lectura exploratoria, que les deje conocer lo que van a leer para otros y adaptarse a las necesidades del texto. De esa manera, aunque el maestro piense que está promoviendo la lectura entre sus alumnos, lo que realmente hace es empujar al niño a la frustración y al rechazo hacia la lectura, porque lo está poniendo en un lugar de indefensión ante sí mismo, ante el texto y ante sus compañeros. Leer antes

de leer en voz alta para otros, es una condición de

HABITAR EL SONIDO

Ahuecada,

la arcilla es olla.

Eso que no es la olla

es lo útil.

Lao Tse

E

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