Blablerías N°7 - Septiembre 2013 | Page 12

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La ética

profesional

por Elvia Pérez Nápoles

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En más de una ocasión durante mi vida como narradora oral, he escuchado que no se puede contar el cuento que cuenta otro narrador por un problema de ética profesional. Del mismo modo, se ha planteado que no se puede presentar un narrador en el espacio, sala, o teatro donde habitualmente se presenta otro; mucho menos, realizar un trabajo de montaje o dirección artística con un narrador que habitualmente trabaja con otro director, ni dar un taller a un narrador que es alumno de otro compañero, por las mismas razones. Estos supuestos “principios” del trabajo del narrador basados en los criterios éticos de algunos narradores han comenzado a constituirse casi en leyes que limitan el crecimiento no solo de los narradores, sino de la narración oral. Es por ello que me propongo tratar sobre un tema tan polémico y escabroso.

Lo ético ha comprendido a través de la historia el conocimiento de lo bueno y de lo malo, pero resulta que son muchos los que teóricamente pueden reconocer qué es “actuar bien” y qué es “actuar mal”. El problema es que no logran aplicarlo en la práctica cuando se trata de ellos mismos. Según lo establecido por conocedores del tema, lo ético se manifiesta en la moralidad o, lo que es lo mismo, en el nivel individual de conciencia ética. La moral es donde se agrupan las normas sociales de conducta, y la ética es la teoría que condensa y analiza histórica y socialmente las regulaciones y peculiaridades de la conducta del hombre. La Ética o conciencia ética se define en la conducta de los hombres en sus relaciones interpersonales y con la naturaleza, y en el desarrollo de las actividades que realizan. *

Como resultado de una educación ética, el

hombre debe adquirir cualidades que formen parte de su personalidad como el humanismo, la bondad, la solidaridad, el respeto, la dignidad, la vergüenza, el altruismo, el patriotismo, etc. Estas cualidades se oponen radicalmente al egoísmo, la bajeza, la maldad, la envidia, la falta de respeto, la traición, entre otras parecidas, que no son para nada deseables como parte de la personalidad del ser humano. Aquí, de modo muy elemental, están contrapuestas las “buenas” y las “malas” cualidades que pueden constituir la personalidad del hombre con mayor o menor conciencia ética. ¿Dónde cabe entonces, entre todas, el hecho de que un narrador, por haber seleccionado un cuento antes que otro, lo tome como propio y se niegue a que otro lo cuente? ¿Dónde?, si ni siquiera el autor de un cuento publicado puede prohibir que lo cuente alguien -o, al menos, así ha sido hasta ahora-, y si alguien tuviera el derecho a prohibir que se contara sería su autor y no uno de sus intérpretes. Esto siempre me remite a la siguiente comparación: sería como pedir que porque una cantante (famosa o no) haya interpretado una canción, ninguna otra podría hacerlo con el consabido perjuicio para el autor, que perdería la posibilidad de que su obra fuera divulgada, y para la canción, que solo tendría una manera de ser interpretada y no tantas y ricas maneras como intérpretes existen y, finalmente, para la música, que se empobrecería. Del mismo modo el teatro, donde cada director hace su puesta en escena de un texto que ya otros han llevado a las tablas, sin que por ello nadie crea que eso constituye una falta de ética. Otro ejemplo es el de los escritores que escriben sobre un mismo tema, o el de los pintores que

pintan una misma ciudad, persona o lugar; nunca queda igual porque cada quien le da su peculiar manera de verlo y recrearlo. Los cuentos son repertorio y, como tal, deben ser utilizados por todos los narradores y no

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