Blablerías N°5 - Junio 2013 | Page 7

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Días de cuentos

en Buenos Aires

oca tierra después de catorce horas de vuelo, en tierra la temperatura es de quince

grados, el cielo está nublado, llueve. He aquí Buenos Aires que viene a mi encuentro

con su tráfico y su agitación.

El hotel está en la calle Reconquista, en el centro, a dos pasos de la mítica Avenida Corrientes. Bajo y voy a pasear, me impresiona siempre su vitalidad, su ritmo, entro en seguida en un bar y como una empanada de carne cortada a cuchillo y ahora Buenos Aires está también en mi boca, en mi nariz. Mañana me encontraré con los participantes del primer taller, me dicen que me están esperando y mi emoción asciende. Por la tarde, en el hall del hotel, me encuentro con los otros invitados extranjeros: Nicolás Buenaventura, colombiano, Ana Sofía, portuguesa, y Sandra, chilena. Hay en seguida un gran entusiasmo que despierta el encuentro: reímos, bromeamos, estaremos juntos durante cuatro días y trabajaremos también juntos. Vamos a comer pizza… ¿pizza? ¡No basta de pizza...y además la pizza italiana...! Pero comemos una pizza riquísima. Con nosotros están Gimena Blixen y Ricardo Corradini que ofician de guías.

He estado en muchos festivales de teatro con actores, pero los narradores son personas especiales: se ocupan de la vida y la relatan, y por eso están impregnados, plenos de vida. Nuestras risas resuenan en las calles del centro mientras volvemos al hotel.

Por primera vez advierto que en las calles hay basura. Es como si alguno se hubiese metido en los contenedores para buscar algo para comer y después hubiera dejado todo tirado en el suelo. Pienso en mi Europa en crisis, pienso que aun en la rica Europa los jubilados han comenzado a revolver los cubos de basura en busca de algo todavía bueno para comer. Siento tristeza, tengo que narrar esta tristeza, tengo que encontrarle un lugar en una historia para que pueda convertirse en un grito. El último pensamiento antes de dormir es para Italia, pero tengo la sensación de que no está tan lejos.

Después del desayuno, cita en el hall del hotel, y allí llegan las maravillosas mujeres de la comisión organizadora del encuentro con los narradores, que nos llevarán a la Feria del Libro para el primer taller. Hay mucho tránsito, el taxi no llega, es tarde, finalmente tomamos un solo coche y somos cinco, y quedamos uno encima del otro, abrazados, apretados, y en aquel taxi sé que estoy en Italia, misma risa, misma alegría, Argentina es un pedazo de Italia y me siento en casa. Ahora estamos en la Feria del Libro, corremos, los participantes ya están todos adentro, me esperan, entro, hay un aplauso que es un abrazo. Los ojos de todos me dicen bienvenido, no hemos olvidado tu “Patito feo”, aquella historia que nos ha quedado en el corazón y tú con ella. Comienzo mi lección, la gente escucha, mueve la cabeza, ama que le hablen de cómo darle más fuerza a un cuento, es como cuando los padres se encuentran para hablar de sus hijos, siempre al final prevalece una gran ternura. Y yo estaré por diez días inmerso en esta gran ternura que la Argentina me ha regalado.

Después, de nuevo al aeropuerto, despegamos, miro por la ventanilla cómo Buenos Aires se aleja. Hasta la vista, “mi Buenos Aires querido”, hasta pronto narradores, hasta pronto dulce Argentina.

por

Roberto Anglisani

Traducción: Marita von Saltzen

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