Blablerías N°15 - Julio 2015 | Page 16

Peques

para leer

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Un amor repetido

Ramiro vivía en Mendoza, en un pueblo pegadito a la cordillera de los Andes. Tenía un perro, dos vacas lecheras, tres terneritos, cuatro gatos, cinco ovejas, seis años y ningún amigo. Una amiga sí tenía; se llamaba Mariela.

Pero Ramiro quería tener una novia. Y no sabía dónde encontrarla.

Una mañana, se fue al pie de la montaña. Estaba solo y aburrido. Entonces gritó:

—¡Hola!

—¡Holaaa! ¡Holaaa! Holaaa! —escuchó que le contestaban.

—¡Soy Ramiro! —se presentó.

—¡Mirooo! ¡Mirooo! ¡Mirooo!

—¿De veras me mirás? ¿Cuál es tu nombre?

—¡ombreee! ¡ombreee! ¡ombreee!

—Sí, ya sé que soy un hombre —se agrandó Ramiro—. Y vos ¿sos varón o nena?

—¡enaaa! ¡enaaa! ¡enaaa!

—¿Ema te llamás? —Lindo nombre, pensó Ramiro.

—¡amaaas! ¡amaaas! ¡amaaas! —escuchó enseguida.

—No, yo no amo a nadie. No tengo novia. ¿Querés que yo sea tu novio?

—¡oviooo! ¡oviooo! ¡oviooo!

—¿Obvio? ¿En serio? Le voy a contar a Mariela. ¡Hasta la tarde!

—¡Ardeee! ¡Ardeee! ¡Ardeee!

“Arde de amor” pensó Ramiro y se fue corriendo a buscar a su amiga para contarle la gran novedad. Mariela lo escuchó con mucha rabia, porque a ella le gustaba tanto Ramiro… Pero nunca se había animado a decirle nada. Y ahora menos.

—Y ¡dónde la conociste? —le preguntó, masticando bronca.

—Allá, en la montaña —le dijo Ramiro.

—Allá, en la montaña —le dijo Ramiro.

—¿Es linda? —verde de celos estaba Mariela.

—No sé, todavía no la vi nunca.

—¡Ay, nene! ¿Y si cuando la ves, no te gusta?

—Cómo no me va a gustar… Si es mi novia…

—¿La puedo conocer?

Parece que la curiosidad fue más fuerte que nada. Y allá fueron los dos, correteando hasta la montaña para conocer a Ema.

Cuando llegaron, Ramiro gritó bien fuerte:

—¡Hola!

—¡Holaaa! ¡Holaaa! ¡Holaaa! —escucharon los dos.

—Ema ¿estás ahí?

Y mientras escuchaban algo que parecía decir

“síííííí…”, Mariela empezó a matarse de risa.

—Pero, tonto, ¡eso es el eco! ¡No hay nadie en la montaña!

Ramiro se enojó y se puso muy triste. No quería creer una sola palabra de lo que Mariela le decía.

—No es cierto. Ella me contesta. Escuchá: ¡te quierooooooo!

Y mientras la montaña le devolvía un “erooooooo” sin sentido, Ramiro oyó, muy cerquita de su oreja, que Mariela le contestaba:

—Yo también.

por Marita von Saltzen

Canción del eco

por Cantoalegre