Blablerías N°13 - Enero 2015 | Page 8

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Estilo mariposa

Cuento

por Nora Rodríguez

irenescalabrelli.blogspot.com

Decía tener ciento cuatro años, aunque nadie sabía si era así en realidad. Lo cierto es que todos en el pueblo recordaban que, desde su infancia, Quillá estaba allí, ahora con su piel curtida por la aridez del desierto, con sus arrugas tempranas, con su edad indefinida.

En su pueblito en Atacama, una mujer vieja no tenía mucho por hacer. Pasaba las tardes sentada a la entrada de su choza, dele mascar coca.

Un día llegaron huincas de la capital, bien vestidos, con un camión lleno de aparatos extraños y un montón de cables. En el techo de la escuela pusieron una especie de plato gigante, y adentro, una pantalla. De eso sabía Quillá porque solían venir unas señoras de la

iglesia a pasar películas en la plaza del pueblo

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Esta gente bien enfundada recorrió todo el caserío invitando a collas grandes y chicos a asistir a las primeras imágenes de algo llamado “televisión satelital”.  Quillá, que en sus tantos años no había perdido su curiosidad y su afán de aprender, fue una de las primeras en instalarse en los pupitres de la escuela, dispuesta a mirar y a escuchar.

Y allí fue que lo vio: era un cajón grande lleno de agua, mucha agua encerrada en paredes que parecían de adobe duro y blanco. Y con su cuerpo totalmente metido dentro de toda esa masa líquida, él, un nadador olímpico, nad

aba “estilo mariposa”. Así le decían y aprendió.

Ella solo sabía que el agua, tan escasa en la

Puna, era para tomar lo justo y necesario para no morirse de sed. Por eso quedó deslumbrada con la imagen y prometió seguir viviendo hasta encontrar un cuadrado de agua en donde pudiera meter todo su cuerpo y mover los brazos como lo hacía ese hombre. Claro que primero tenía que saber qué era eso de “mariposa” para poder entender mejor las cosas, como a ella le gustaba.

Así fue como se alejó del pueblo, con la sola compañía de su inseparable bolsita de hojas de coca. Nadie más volvió a verla.

Muchas historias circularon entre la gente sobre el destino de Quillá. Algunos dicen que murió en el desierto. Otros, en cambio, aseguran que después de mucho andar llegó al lago Titicaca, templo sagrado para las culturas originarias de la región.

Una vez allí, tuvo que sostener los pliegues de su cara con los dedos para poder abrir grandes los ojos y llenarlos de tanto esplendor. Se encontró por fin con aquellos enviados del Dios Inti, seres de pequeñas y coloridas alas, y entendió. Comprendió el mensaje que le daban cuando revoloteaban a su alrededor animándola a internarse en las aguas. Al hacerlo, braceó tal como el nadador que había visto en televisión, manteniéndose a flote hasta que las fuerzas se le agotaron. Entonces se sumergió en las profundidades de ese lago misterioso con una inmensa sonrisa, una piel nueva y lisa y una ronda de mariposas que coronaron su partida.

Run run se fue pal Norte

por José Riveros