Blablerías N°13 - Enero 2015 | Page 5

* 5

por Vivi García

Miradas

Roberto era mi tío preferido. Pelado, gordito, sensible, hablador, con dos océanos por ojos. En el pecho tenía muchos rulitos que sobresalían de la camisa. ¡Qué gracia me hacía ese bosque oscuro!

Muy de a poquito, mi tío fue cambiando: bajó de peso, apareció con una peluquita lacia, se esfumaron los pelitos de su pecho, la ropa tomó color y se ciñó al cuerpo. No recuerdo en qué momento mi tío Roberto pasó a ser tía Victoria.

Supongo que no fue fácil para el abuelo ni para mamá ¡tan estructurada! ni para los otros tíos. A algunos el cambio no les gustó nada; a otros los invadió un repentino desconcierto. La metamorfosis fue lenta, pero despacito despacito todos fuimos reconociendo a la tía Victoria como si hubiese estado en nuestras vidas desde siempre. Tal vez porque el género era lo de menos, o porque el amor que nos tenemos superó todas las diferencias.

De él -digo, de ella- aprendí que la libertad no se pide: se toma. Me di cuenta de que tenemos que ser sinceros y fieles al norte que nos indica el corazón. Y precozmente supe que estamos de paso, digo, por un ratito; entonces, ¿por qué no bailar la música que nos gusta más?

La Victoria de Roberto. Eso es todo. Eso es.

La Victoria de Roberto