Blablerías N°12 - Octubre 2014 | Page 15

Peques

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Había una vez una ciudad. Y en la ciudad un hombre, un hombre triste.

Para escapar de su tristeza, el hombre huyó.

Cruzó el centro, las veredas angostas, las calles llenas de gente.

Dejó atrás letreros luminosos, ruidos de bocinas, chimeneas de fábricas, semáforos.

Atravesó los barrios, las casas chatas, los baldíos con paraísos y álamos, las esquinas llenas de chicos, sin detenerse ni una sola vez.

Al atardecer llegó al campo. Una llanura verde donde las vacas pastaban. Y en el campo el hombre buscó una piedra.

No es fácil encontrar una piedra en la llanura, pero el hombre buscó y buscó hasta encontrarla.

Y sobre ella se echó a llorar. El brazo en ángulo sobre la piedra y sobre el brazo la cabeza del hombre que lloraba.

Ese atardecer, cerca de esa piedra, pasó un niño.

Cuando ese niño vio al hombre llorando, sintió el impulso de preguntarle cuál era la razón de su pena. Pero se contuvo.

Volvió a pasar el niño junto a la piedra unos días después y el hombre seguía llorando.

Pasó semanas más tarde y el hombre seguía llorando.

Entonces se animó a preguntar:

“Hace meses que estás sobre esa piedra llorando. ¿Qué es lo que te pasa?”

El hombre que lloraba levantó la cabeza y como quien cuenta un sueño contó:

“Yo vivía en una ciudad. Y en la ciudad estaba triste. Para olvidar mi tristeza intenté escapar.

Crucé el centro, las veredas angostas, las calles llenas de gente.

Dejé atrás letreros luminosos, ruidos de

bocinas, chimeneas de fábricas, semáforos.

Atravesé los barrios, las casas chatas, los baldíos con paraísos y álamos, las esquinas llenas de niños, sin detenerme ni una sola vez.

Al atardecer llegué al campo, a esta llanura donde las vacas pastan y quise encontrar una piedra.

No es fácil encontrar una piedra en la llanura, pero yo busqué y busqué hasta conseguirla. Y sobre ella me eché a llorar. El brazo en ángulo sobre la piedra y sobre el brazo mi cabeza.

Lloré desconsoladamente.

Las lágrimas resbalaron por mi rostro.

Los rayos del sol se filtraron entre mi brazo y mi cabeza.

Y la luz tocó mis lágrimas.

El agua de mis lágrimas descompuso esa luz en un arcoiris de mil colores.

Y era tan hermoso que tuve que seguir llorando para verlo”

HUELLAS EN LA ARENA

Ilustración: José Sanabria

Editorial Sudamericana, 2002

NO ES FÁCIL ENCONTRAR UNA PIEDRA

por María Teresa Andruetto

www.teresaandruetto.com.ar