Blablerías N°11 - Julio 2014 | Page 6

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Minis

as

Minivariaciones

de los clásicos

Mi cenicienta

por Gisela Burak

El hada madrina convirtió a una calabaza en carruaje y de las ropas harapientas de Cenicienta hizo un vestido maravilloso. Partió el carruaje hacia el baile Real, pero equivocaron el camino y llegaron a un bosque tupido. Allí se encontraron con un gran número de personas lideradas por un joven llamado Robin que le contó a Cenicienta acerca de sus actividades sociales. La muchacha se sintió muy identificada con la causa. Donó su vestido ostentoso para conseguir fondos para las familias pobres de la aldea. Y luego de la medianoche cocinó en una gran vasija una sopa de calabaza, dando origen a la primera olla popular.

La Bella Durmiente

por Marco Denevi

La Bella Durmiente cierra los ojos pero no duerme. Está esperando al Príncipe. Y cuando lo oye acercarse simula un sueño todavía más profundo. Nadie se lo ha dicho pero ella lo sabe. Sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos.

Ella no era atea de maravillas

por Cristina Villanueva

Ella frota la maravillosa lámpara. Surge un genio alto y fuerte que se tiende a su lado, se expande para olvidar la estrechez en que estuvo guardado tanto tiempo, la roza apenas de mil y una formas y le dice: “No te preocupes tanto en pensar los deseos. Esta vez van a ser más de tres”.

Caperucita y el lobo

por Jairo Aníbal Niño

El lobo entre los vapores de la borrachera mostró la larga cicatriz de su vientre y con voz aguardientosa dijo: Mi pena me ha lanzado a la pernicia y al vino. Mi desgracia es inmensa. ¿Pero quién iba a maliciar de la abuela? ¿Quién iba a pensar que en el sorbete de curuba hubiera echado un menjunje que me quitó las fuerzas? Impotente, sin poder moverme, vi cuando el cazador me abrió el vientre y sacó a Caperucita Roja a viva fuerza porque ella no quería salir, no quería abandonarme y se agarraba con sus manos de alabastro a mis entrañas. Y sin poder ayudarla, vi cuando se la llevaron a los empellones mientras ella lloraba de tristeza. Después me enteré de que la habían mandado muy lejos, a otra historia. Por eso, el nido que ella me dejó por dentro lo estoy llenando con vino.

Herbert Leupin

Morad Abselam

Gabriel San Martín

Jessie Wilcox Smith

Blancanieves al revés

John Claro y Andrés Páez