Autarquía Sexto número | Page 18

Política Filosofía y cibernética C omo sabemos la revolución in- dustrial nació con la manufactu- ra, lo cual, para nuestro estudio, representa el inicio de la fabrica- ción mecánica; ésta disfrutó mu- cho tiempo de exclusividad en el desarrollo industrial y, durante el siglo XVIII, acaparó los más pro- minentes adelantos de la ciencia y la tecnología, pero no tanto tiempo como para evitar el desarrollo de la automatización o, lo que hoy lla- mamos, «cibernética». La ciberné- tica compartió con la mecánica los albores de revolución industrial; los primeros inventos de máquinas automáticas datan del siglo XIX, ya bien desarrollada la mecáni- ca; sólo que, a nuestros ojos, y al tiempo, nos parece hoy que la ci- bernética y la mecánica surgieron simultáneamente. Máxime que la industria no se desarrolló por igual en todos los países y, por obvias razones -entre las que se encuentra el hecho indudable de que la me- cánica es la base de la cibernética-, el desarrollo de la mecánica fue a todas luces mucho más extenso y mucho mayor en todos sentidos. Hoy, la cibernética marca el grado más elevado del desarrollo tecno- lógico industrial; sus aplicaciones son tan vastas y variadas, que im- plican también el más elevado cre- cimiento económico en la rama in- dustrial en que se emplea; pero sus raíces se entrelazan en la historia con las de la mecánica. Este hecho histórico ha llegado a confundir a muchos –entre quienes podemos citar a filósofos, estadis- tas, economistas, artistas, cineastas y literatos–, y tal confusión existe desde el mismo momento en que surge la producción industrial au- tomatizada. Para facilitar la exposición pode- mos sugerir la película Tiempos Modernos, de Charles Chaplin, como la crítica por antonomasia a la producción industrial mecánica. En ella, se observa cómo el indivi- duo se convierte en un autómata. Decenas de tratados filosóficos, económicos y políticos, decenas de obras literarias y cinematográfi- cas se han realizado siguiendo esta crítica contra la industria mecánica desde entonces hasta nuestros días. Pero el mayor desarrollo de la me- cánica ocultó, a nuestros ojos, el desarrollo de la cibernética, la cual se abrió paso disimuladamente en la industria. Así, nació en el pensa- miento la creencia falaz de que la producción mecánica es idéntica a la producción en general o, inclu- so, a la producción automática, y la creencia igualmente falaz de atribuir los caracteres de una a la otra. Por eso es hasta hoy, cuando ya las diferencias son tan acusadas y cuando ya sería muy torpe o ig- norante identificar una forma de producción con otra, que nos da- mos cuenta de que la concepción filosófica relativa a la cibernética no marchó con ella de la mano, sino que, en lugar de una concep- ción filosófica sustentada en la realidad de la cibernética, hoy sólo tenemos cuestionamientos catas- tróficos de su postrer desarrollo en la literatura, en la ciencia ficción y en el misticismo «neoludita» 1 . Incluso los marxistas se han con- fundido en este respecto, porque sostienen que Marx se opuso a la producción industrial, porque ena- jena al individuo y lo convierte en un “apéndice” de la máquina. Sin embargo, fue Marx uno de los primeros –en sus escritos de ju- ventud– en hacer notar la diferen- cia entre la producción industrial mecánica y la automática; y fue el primero en señalar que, en efecto, bajo el capitalismo, el trabajador se convierte en “apéndice” de la máquina –valga decir– mecánica. El día de hoy perviven las concep- ciones catastróficas y «neoluditas» respecto a la cibernética, y no ha sido, en cambio, rescatada de entre el polvo del olvido la tesis mar- xista que concibe el desarrollo de la automatización como un factor liberador del ser humano, del in- dividuo (como a continuación ex- pondré), pese al increíble desarro- llo de la cibernética. Esto se debe simplemente, a que la cibernética se ha desarrollado, pero no de ma- nera universal, y coexisten en el mundo la producción mecánica y la cibernética, lo cual impide ver los efectos libertadores del pro- greso que implica en la voluntad o en el comportamiento de los indi- viduos, pero, más que eso, impide la realización plena de la libertad del ser humano. La impide, pero la impulsa. Son dos los principales aspectos que hay que destacar, primero