Política
Filosofía y cibernética
C omo sabemos la revolución in-
dustrial nació con la manufactu-
ra, lo cual, para nuestro estudio,
representa el inicio de la fabrica-
ción mecánica; ésta disfrutó mu-
cho tiempo de exclusividad en el
desarrollo industrial y, durante el
siglo XVIII, acaparó los más pro-
minentes adelantos de la ciencia y
la tecnología, pero no tanto tiempo
como para evitar el desarrollo de la
automatización o, lo que hoy lla-
mamos, «cibernética». La ciberné-
tica compartió con la mecánica los
albores de revolución industrial;
los primeros inventos de máquinas
automáticas datan del siglo XIX,
ya bien desarrollada la mecáni-
ca; sólo que, a nuestros ojos, y al
tiempo, nos parece hoy que la ci-
bernética y la mecánica surgieron
simultáneamente. Máxime que la
industria no se desarrolló por igual
en todos los países y, por obvias
razones -entre las que se encuentra
el hecho indudable de que la me-
cánica es la base de la cibernética-,
el desarrollo de la mecánica fue a
todas luces mucho más extenso y
mucho mayor en todos sentidos.
Hoy, la cibernética marca el grado
más elevado del desarrollo tecno-
lógico industrial; sus aplicaciones
son tan vastas y variadas, que im-
plican también el más elevado cre-
cimiento económico en la rama in-
dustrial en que se emplea; pero sus
raíces se entrelazan en la historia
con las de la mecánica.
Este hecho histórico ha llegado a
confundir a muchos –entre quienes
podemos citar a filósofos, estadis-
tas, economistas, artistas, cineastas
y literatos–, y tal confusión existe
desde el mismo momento en que
surge la producción industrial au-
tomatizada.
Para facilitar la exposición pode-
mos sugerir la película Tiempos
Modernos, de Charles Chaplin,
como la crítica por antonomasia a
la producción industrial mecánica.
En ella, se observa cómo el indivi-
duo se convierte en un autómata.
Decenas de tratados filosóficos,
económicos y políticos, decenas
de obras literarias y cinematográfi-
cas se han realizado siguiendo esta
crítica contra la industria mecánica
desde entonces hasta nuestros días.
Pero el mayor desarrollo de la me-
cánica ocultó, a nuestros ojos, el
desarrollo de la cibernética, la cual
se abrió paso disimuladamente en
la industria. Así, nació en el pensa-
miento la creencia falaz de que la
producción mecánica es idéntica a
la producción en general o, inclu-
so, a la producción automática, y
la creencia igualmente falaz de
atribuir los caracteres de una a la
otra. Por eso es hasta hoy, cuando
ya las diferencias son tan acusadas
y cuando ya sería muy torpe o ig-
norante identificar una forma de
producción con otra, que nos da-
mos cuenta de que la concepción
filosófica relativa a la cibernética
no marchó con ella de la mano,
sino que, en lugar de una concep-
ción filosófica sustentada en la
realidad de la cibernética, hoy sólo
tenemos cuestionamientos catas-
tróficos de su postrer desarrollo en
la literatura, en la ciencia ficción y
en el misticismo «neoludita» 1 .
Incluso los marxistas se han con-
fundido en este respecto, porque
sostienen que Marx se opuso a la
producción industrial, porque ena-
jena al individuo y lo convierte
en un “apéndice” de la máquina.
Sin embargo, fue Marx uno de los
primeros –en sus escritos de ju-
ventud– en hacer notar la diferen-
cia entre la producción industrial
mecánica y la automática; y fue el
primero en señalar que, en efecto,
bajo el capitalismo, el trabajador
se convierte en “apéndice” de la
máquina –valga decir– mecánica.
El día de hoy perviven las concep-
ciones catastróficas y «neoluditas»
respecto a la cibernética, y no ha
sido, en cambio, rescatada de entre
el polvo del olvido la tesis mar-
xista que concibe el desarrollo de
la automatización como un factor
liberador del ser humano, del in-
dividuo (como a continuación ex-
pondré), pese al increíble desarro-
llo de la cibernética. Esto se debe
simplemente, a que la cibernética
se ha desarrollado, pero no de ma-
nera universal, y coexisten en el
mundo la producción mecánica y
la cibernética, lo cual impide ver
los efectos libertadores del pro-
greso que implica en la voluntad o
en el comportamiento de los indi-
viduos, pero, más que eso, impide
la realización plena de la libertad
del ser humano. La impide, pero la
impulsa.
Son dos los principales aspectos
que hay que destacar, primero