Autarquía segundo número- Capitalismo | Page 8

El valor de las verdades a medias

Que no lloren las campanas por aquel que no está , si no cantaron antes , que no plañen más .
Chico era el personaje del barrio donde nací . Todas las ciudades tienen a alguien por medio del cual nos fijamos en ellas como lo hacemos sobre las cosas excéntricas . Nosotros teníamos a un borracho . Había nacido como muchos en este país : tenía la marca de una vida fútil , anónima , desgraciada . No me refiero a aquel sentido filosófico de la “ nada ” que puede encerrar los conceptos anteriores y que solemos utilizar los que nos cansamos de nuestra posibilidad de sentir asco ; nuestras nadas abstraídas y moralmente forjadas . ¡ No ! Aquel niño , al nacer , era poco más que una masa de carne bañado con las lágrimas de su madre que no paraba de llorar desde hacía nueve meses atrás ; era tan deseado como un golpe . El vientre que lo había cargado era la reminiscencia de un cuerpo al que se le había impuesto ser fantasma , una aparición que se deslizaba , cada mañana , por las escaleras que conducían al segundo piso del edificio que empezó siendo una ruina y terminó como un monumento a la desagradable frialdad del concreto . Su padre lo era sólo un cuarto de la jornada ; el resto del tiempo lo tenía consagrado a la inexistencia : una insinuación de ser humano , un boceto desechado por la mano de dios que se dedicaba por horas a desaparecer . Chico nunca tuvo la posibilidad de ser un cínico , por eso nadie le juzgó en el cementerio . El cinismo es para los que poseen un pasado del cual sentirse orgullosos o un presente del cual protestar cuando nos cansamos de estar bien acompañados . Nunca le escuchamos decir , por ejemplo , que “ un mundo perfecto sería aburrido ”, que es el modo como otros afirmamos que “ todo tiempo pasado fue siempre mejor y el futuro — sobre todo si es ajeno — nos vale una mierda ”. No , él nunca dijo nada ; no se quejó de lo poco importante de la muerte de un triste . Nunca se defendió ni alzó la voz . Nunca imaginó una vida distinta ni deseó el pan del prójimo y ni siquiera el suyo propio . Tampoco pudo odiar a su padre o añorar una madre que le enseñara a sonreír . Su muerte , que había llamado a los teléfonos para avisarnos que el barrio se quedaba sin personaje , era una muerte a medias . Un cuerpo se había cansado de vivir , no soportó una molécula más de alcohol , ni otra bocanada del aire frío de las madrugadas , ni pudo sostener un gramo más de tierra pegado a la piel . Pero Chico , el que pasaba a saludar a mis padres , el que se tambaleaba , el que nos hacía reír por sus disparates … él no se había querido enterar de su propia muerte , de que habíamos organizado una procesión con café , pan dulce y una seguidilla de palabras forzadas para consolar a su madre durante el velatorio . No llegó a su funeral , nos dejó plantados . Nos sentimos
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“ Lo poco importante muerte de un triste : lec una vida absurda a tra dos artistas plástic

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