Autarquía segundo número- Capitalismo | Page 7

El aposento que emula a la perfección un ambiente beatífico , de pronto es intervenido por unos guardias que descienden de una camioneta de valores aparcada en la entrada principal del Banco . En un seguimiento reverente de las rúbricas protocolarias , aquellos custodios entronizan las formas consagradas — las pacas de billetes — contenidas en una bolsa de medianas dimensiones que apenas logra percibirse a la distancia , pero cuyo componente áureo reviste el lugar con una sacra liturgia . Este cuadro , lejos de hacer patente el deicidio nietzscheano , ese Dios ha muerto , lo contradice tajantemente y , en cambio , adquiere resonancia la afirmación de Giorgio Agamben : “ Dios no murió , se transformó en dinero ”. Pero quizá no se trate de una mera alquimia , sino de la instauración de un Dios cuyo reinado , la economía de libre mercado , llega triunfante al “ fin de la historia ” según Fukuyama . Es el Dios sediento de sacrificios de sangre ; es un Dios que se alimenta de un pueblo inmolado por reformas estructurales , que despoja y devasta bienes naturales y espirituales de comunidades indígenas a causa de políticas económicas globales — por mencionar un par de casos . Es un Dios que exige un despiadado tributo quizá como ningún otro .
Foto por : José Antonio Lama . lo más discordante , quizá inimaginable para quien , como Leibniz , se atrevió a decir que este mundo es “ el mejor de los mundos posibles ”. El paso de aquel hombre , más semejante a un bulto humanoide , hace que Rodríguez salga de su ensimismamiento por un instante ; le interpela la presencia de un otro que irrumpe en su imaginario , ya aletargado a causa del monólogo interno que hasta entonces le ocupaba . Aquel hombre , producto de exclusiones estructurales y sociales , cuyos estigmas alcanzan a manifestarse en su caminar pausado , en su cuerpo encorvado y en su rostro opaco , dejan en Rodríguez la impronta de una descolocación , de una confrontación con otra realidad hasta ahora insospechada para él . El día sigue su curso . Rodríguez accede al interior del recinto bancario , de piso de mármol pulido , de cristales y persianas que atenúan una luminosidad celestial , de paredes blanquecinas que rebotan la frescura del aire acondicionado ; ahí donde los cuerpos de quienes ingresan reconocen el paraíso , después de haber pasado por el purgatorio de un calor que los hostigó durante un rato que les pareció eterno . Las contadas personas que están delante de Rodríguez , a punto de lograr su turno en ventanilla , siguen perseverantes en una espera escatológica del “ ya pero todavía no ”.
El turno de Rodríguez finalmente llega . La empleada que está al otro lado de la ventanilla revela un rostro kafkiano , cincelado por la rutina oficinesca , por empecinados procedimientos burocráticos y administrativos . No había pasado ni un minuto y a Rodríguez le rechazan los papeles que trae en el folder color paja , que , a esas alturas , parece un pedazo de pergamino antiguo . Refunfuñando sale del Banco y , dos cuadras adelante , se encuentra al menesteroso que había visto cruzar la calle . Ambos quedan frente a frente , el instante suficiente como para hacer de ese encuentro el acontecer de lo Otro . Ese momento en que las entrañas se remueven al ver un hombre desarropado por la injusticia social , política y económica ; ese momento en que se experimenta la intemperie de una vida y dignidad arrebatadas por el holocausto exigido por el Dios-dinero . Pero este “ entrañamiento de lo extraño ” tiene un efecto más : mueve a alzarse contra ese impostor absoluto , a ser irreverentes con ese Dios que niega la sacralidad de la persona humana y , definitivamente , a no pagarle más tributo y a negarse a aceptar que sea el que tenga la última palabra en la historia .
Rodríguez continuó su camino no sin antes sentir que algo había pasado con él a raíz de ese encuentro singular ; se sentía distante de sí mismo , de aquello que apenas hace poco no sólo ocupaba su mente y quehacer , sino , además , su propia existencia . Quizá no lo sospecharía , pero por primera vez en su vida se abría la posibilidad de adquirir la carta de ciudadanía que en Juan 18 , 36 se podría interpretar como el “ ateísmo de Dios ”. ▪
Héctor Noel José Reyes
Autarquía 7