Autarquía Número siete | Page 8

Literatura Confesiones apalabradas Una noche de invierno, de esas donde la oscuridad tiende a imperar dentro de la salvaje interioridad, escribí al calor del tecleo apresurado esta melodía: fue un disparo al viento para humedecer la sequedad del momento: De repente toda la tormenta de huracanes pasionales e inseguridades primigenias se unen al tiempo para hacerme sentir mal. No hay seguridad en la identidad, en la conformación del interior, que no se aquieta, que grita al viento por auxilio a la vitalidad. A pesar de todo esto, continúa el desenfreno interior, la sorna del ego es sistemá- ticamente destructora del epicentro de la madurez jamás alcanzada. Hay que comenzar de nuevo a reconstruirte desde los cimientos frag- mentados, de una vida desbordada. Es la batalla campal que tiene lugar en el silencio de las voces recluidas que no se acallan. De repente, el pasado emerge y grita por el miedo a la soledad, al pá- nico a desaparecer y no ser nadie, en medio del bullicio estruendoso. Nadie te ve, nadie siquiera es capaz de entender tu desazón agrio e inexpresable. Tú mismo no dilucidas el agrietamiento existencial que se escapa como una sustancia acuosa de angustia intempestiva. Esos días que, de repente, la claridad y los sueños y la sensatez anhe- lada, se ven carcomidas lentamente por el hermano amado. El padre se vuelve contra el hijo y lo humilla sin el menor escrúpulo. Los otros se convierten en fieras amenazantes. Los ruidos dilapidan la racio- nalidad infecunda. Las búsquedas apasionadas del silencio se tornan en sinuosos caminos donde el viento no sopla, ni los ríos fluyen en la búsqueda de los manantiales prometidos. ¿Para qué serán esos días? En donde el cúmulo de la vida apesa- dumbrada derriba el deseo de la lucha militante. Donde lo propio es duda y la necedad es reacia a la caricia. El humor se esfuma entre el recoveco astillado de las ventanas. De repente, estás Tú y no está nadie. De repente, el fuego se ha en- friado y la lágrima ha cesado. En ese momento, ¿a dónde mirará el ojo del amante? ¿En dónde vibrará la piel del que espera?… De re- pente, entre la turba y la asfixia la aporía encuentra una salida en el vestíbulo menos pensado. Estás Tú, sin palabras, y reapareces como quien espera que el arte transforme lo más corrupto y lo más pútrido del espíritu humano. De repente, aunque no me digas aquello que me dijiste y no me cantes a susurros al oído como solías hacerlo, estás Tú. A pesar de que no sea y no lo intuya, ni lo imagine. De repente, la nostalgia se torna morada para ir hacia ti y quedarme en ese llamado antiguo, que se añeja con el paso de los días y con el peso de los años. De repente Tú y yo nos unimos nuevamente frente al mar, como aquella vez, como en aquel lugar. 8 Autarquía Es un escrito de liberación y asistencia. Breve y fecundo para un momento bullicioso. La escritura libre y escurri- diza ha estado ahí, en lo oscuro y lo luminoso, confor- mándome y regenerándome continuamente. Me parece que en el fondo eso son los poemas: intentos que preten- den dar una versión de la conmoción que se está suscitan- do durante la vida de uno mismo, y que busca caminos para desplegarse en la comunión con otros. Es algo así como develar una parte que habita en el indomable inte- rior y que no encuentra el medio para ser expresado, sino a través del ritmo decorativo de la metáfora, clara pero siempre misteriosa, como dice Raúl Bañuelos. Literatura llama literatura, afirmaba Fernando Del Paso. Mi mamá y mi papá son amantes del diálogo y de la pa- labra, de la reflexión constante y profunda. Cada vez que nos encontramos, nos sentamos y no terminamos de dia-