Autarquía Número siete | Page 7

cómo el holograma se yuxtapone — se «sincroniza», como dice la misma Joi— al cuerpo de Mariette, para crear la ilusión de que Joi es un ente corpó- reo. La yuxtaposición, no obstante, no ocurre sin desfases, y por ello llegamos a ver cuatro manos, en lugar de dos, acariciando la nuca de K. Es cierto, la película no aclara del todo si el amor que Joi sentía por K era sólo resultado de su programación o si fue capaz de desarrollar un amor libre y sincero. Sin embargo, la última escena que K comparte con Joi parece insinuar el primer escenario. Como preámbulo al culmen de la película, un malherido K es asignado con la misión de matar a Deckard para que Wallace no pueda interrogarlo. K no parece muy conven- cido de emprender su nueva misión; su unidad Joi acaba de ser destruida —es decir, ha muerto—, y por lo tanto K ha perdido la motivación para seguir luchando. Es entonces cuando K se encuentra con un holograma fosfores- cente de una Joi gigante y desnuda, que funge como anuncio del producto. El holograma se acerca a K y le dice una frase que su misma unidad Joi también le había pronunciado al principio de la película. K, entonces, tiene una especie de epifanía, en el que se da cuenta que su relación con Joi bien pudo no haber sido tan sincera como él imaginaba, y que vale la pena pelear por los indivi- duos de carne y hueso. Lo anterior es insinuado sutilmente con el hecho de que, al finalizar el encuentro con la Joi gigante, K se quita del rostro unas ven- das que cubrían sus heridas, acaso para simbolizar que ya no necesita de Joi para enfrentarse al mundo. El arco de su personaje se ha completado. Para mí, la forma como se debe inter- pretar a Joi es clara. Ella es, literal y simbólicamente, una proyección. Joi representa a la mujer ideal manufac- turada por el mercado que muchos hombres hemos comprado incons- cientemente: joven, esbelta, pequeña, ingenua, indefensa, complaciente, fiel, etc. Al igual que K, preferimos pasar má s tiempo con esa proyección que con una mujer real. Es más, la proyección es tan fuerte que compite y termina im- poniéndose ante una mujer —o en este caso replicant— de carne y hueso. K no logra conectarse emocionalmente con Mariette, sino que ésta es sólo un me- dio para encarnar su fantasía con Joi. Acaso en última instancia Joi sea una alegoría de la industria del entreteni- miento y, en específico, de la industria pornográfica, que presenta una plétora de mujeres siempre objetivadas, siem- pre condescendientes, siempre dispo- nibles, pero ultimadamente etéreas. Al igual que K, podemos tener represen- tada al tipo de mujer que queramos en una pantalla, pero, precisamente por ello, no tener enfrente a mujer alguna; y al igual que la sincronización entre Joi y Mariette, ¿cuántas veces no he- mos yuxtapuesto a la mujer ideal sobre la real? Blade Runner 2049 podrá ser una his- toria sobre hombres, pero también es una de las pocas películas de Ho- llywood verdaderamente feministas que recuerdo en los últimos años. No por nada el último acto de la película se inaugura con el viaje de K a Las Vegas, en el que se encuentra —como símbolo del colapso de esta visión objetivista— con las ruinas de estatuas de mujeres objetualizadas. El arco del personaje de K se puede leer —entre otras for- mas— como el paso de una relación con las mujeres basado en proyeccio- nes, a una búsqueda por establecer una relación más libre. K muere antes de poder adentrarse en esa nueva relación; es tarea de Deckard, al animarse a co- nocer a su hija, la doctora Ana Stelli- ne (Carla Juri), empezar a construirla. Y es que Stelline representa, como la única replicant concebida y nacida — en lugar de producida—, a la mujer que es capaz de restituir ante la sociedad su condición de persona. ¿Cómo es esta nueva identidad mascu- lina que puede relacionarse con las mu- jeres como sus iguales? De la misma forma que el final abrupto de la pelí- cula, estamos todavía por descubrirlo. ▪ Javier Romo IIlustración por: Julieta Alvarado Autarquía 7