Autarquía numero-cinco | Page 14

Psicología Sin reservas podría atreverme a señalar cómo tenemos a la locura, como muchos otros términos hoy día, en un imagina- rio plural y contrastante: romantizado e idealizado en esta- dos mentales artísticos; marginalizado y temido en nuestros círculos sociales; insidiosamente presente en las situaciones afectivas que más llaman nuestra atención; en extremo vul- nerabilizado, acariciado y condescendido por nuestra sen- sibilidad “humanista” moderna; y por último, sobrevendi- do seductoramente en los medios de comunicación en las películas más taquilleras, las series más estimulantes y las historias más inolvidables. Pero, ¿qué clase de experiencia subjetiva es la locura? O más radicalmente, ¿el loco es? No sé si, como Foucault pretendió, es posible historizar lo que por naturaleza ha sido largamente caracterizado como “alterno”, “aislado”, “incoherente”, “oscuro”, “incompren- sible” o lo más radicalmente “otro”. ¿Es la locura una ca- tegoría, una disposición afectiva, un mito, un adjetivo para ahuyentar al diablo? ¿Es una piedra, como en la famosa pintura o el infame poemario de Pizarnik? Tampoco estoy segura de a quién habría que preguntar porque, ¿qué clase de respuesta obtendríamos de lo que pretendemos disfrazar de loco desde inicio? Es bien sabido que cuando alguien habla y no se le entiende, cuando alguien señala algo que “no está ahí” o interpreta erróneamente nuestros mensajes e intencio- nes hacia él o ella, solemos decir que está loco. Porque pa- rece vivir en un mundo propio, poseer un lenguaje privado o destinar sus acciones a no sabemos qué personajes, con qué creencias o convicciones que, al menos a los otros, no nos son lógicamente evidentes. Lo que sí puedo decirles es que se trata del objeto de estudio, de caza en algunos casos, de la psicología, la psiquiatría y el psicoanálisis. Estas disciplinas, más las primeras dos que la última, si tomada en serio, alimentan sus investigaciones con innumerables ejemplos, casos, descripciones y desajus- tes químicos que prueban que la locura es algo que daña a la mente, al individuo, la sociedad y la ética. Pero más allá de cuestiones descritas desde una distancia higiénica de los confusos paisajes mentales de estos individuos, cuya expe- riencia está mejor plasmada por Goya o el Bosco que por un Dalí, que usa la locura como reflexión metafísica y no como tormento, no sabemos exactamente “en qué mundo viven”, “qué cosas ven”, “qué cosas saben”. Y fuera de este relativismo subjetivo, para no elaborar un himno más a la al- teridad, hay que decir que la locura es algo intrínsecamente 14 Autarquía tortuoso. Una desolación y fragmentación angustiosa a lo Yves Tanguy en que cuerpo, partes del cuerpo, mente, partes de la mente, uno y otro(s) yacen terroríficamente confundidos. Y estas estructuras subjetivas no pertenecen simplemente a lo carnavalesco de un síntoma o persona- je “psicótico”, sino que formas de locura habitan en toda mente racional, vida inteligente, conformación neurótica, personalidad, “humanidad” en última instancia. El psicoanálisis es una disciplina que se atreve a mirar den- tro de “los demonios que moran el alma humana” dijo Freud alguna vez, de manera que nunca es posible “salir indemne de esa lucha”. Existe una gran variedad de epistemologías, terapéuticas, estudios o ciencias que miden el perímetro de la locura, o bien, buscan erradicarla. Muy pocas intentan verdaderamente conocerla. Precisamente porque implica tentar las complejidades de la mente, el conocimiento y la subjetividad. Y parece que eso hoy nos causa dermatitis. Por lo tanto, me enfocaré en la perspectiva psicoanalítica para explicar algunas nociones básicas e intuiciones que nos han guiado a considerar que, como Melanie Klein o Wilfred Bion dirían, las partes “psicóticas de la mente con- viven con las no psicóticas”. Psicosis, en nuestro argot, es “locura” para el resto de la humanidad. “Psicótico” es alguien que no tiene contacto con la realidad simbólica representada por la mayoría de los individuos circundantes que comparten un lenguaje, un cuerpo o una cult