Autarquía numero-cinco | Page 10

Audiovisual L a locura es disidencia, tumor malsano que amenaza al sentido común. El loco, por convicción o inocencia, es irreductible al orden cotidiano, escapa a las categorías, escapa a lo definible. Habitante del mismo mundo de los que se autoproclaman cuerdos, procedente del mismo barro, balbuceante del mismo lenguaje, el loco se reconoce etéreo, sin tiempo ni espacio que lo aten, es el perpetuo exiliado, perpetuo andante hacia una tierra que no lo espera y que tampoco encontrará. Dice Michel Onfray que el nómada procede de la estirpe de Caín. El hombre errante, incapaz de echar raíces, encuentra su génesis en el castigo consecuente al pecado. Su andar constituye su maldición. No ha de reconocerse en ningún pueblo, en ningún hogar. Es el pueblo mismo, el hogar, el que ha de prevenirse de dejar entrar al hombre errante, al hombre maldito. Si la civilización —el sedentarismo— es lo sano, el loco reticente a dejarse civili- zar —el nómada— es la enfermedad. La sociedad ha de tomar las medidas necesarias para no dejar que ese virus la infecte. A la policía, a los medios de comunicación, a los políticos, etc., les corresponde el combate a esta potencial amenaza, les corresponde la supresión de lo extraño. El loco es un extraño a suprimir o a ignorar (si se valora que no repre- senta un grave riesgo). El filme Nostalghia (Andréi Tarkovsky, 1983) es un retrato poético de esta locura: secuencia de imágenes que hace coincidir a tres dementes, vociferantes me- lancólicos de un mismo mensaje. Es la figura del loco, Domenico, el que verbaliza lo que el poeta Andréi Gorchakov calla durante todo el filme; y es el mismo Tarkovski el que, a través de una alternancia de bellísimas imágenes de los recuerdos del poeta, levanta el velo de la nostalgia. Así, Italia sirve como un escenario sobre el que se escenifica la anhelada Rusia. Una Rusia en blanco y negro, incolora, perdida. Es la Rusia que dejó atrás Andréi: el poeta Andréi y el director Andréi, ambos errantes, ambos disidentes, partícipes de la misma locura que anima la alocución de un hombre sobre una estatua ecuestre. Pero la locura, en todo caso, no es una mera condición, es una actitud. Actitud ante el intento de supresión de lo diferente, de lo conceptualizable. La locura se da como lucha, como confrontación, como acto de rebeldía. Y para el loco, como un exiliado de la civilización, la rebeldía consiste en resistencia. 10 Autarquía Ilustración por: Saúl Langarica