Autarquía 1 | Page 7

Foto por: Inés Gutiérrez Foto por: José Antonio Lama Algunas personas con sentido religioso, llenos de buenos deseos de servir a Dios, llegaban a estar con él. Sólo duraban unos minutos, pues, después de todo, ¿qué podían hacer con Chon cuando él ni siquiera hablaba, cuando ni siquiera entendía? Los voluntarios, deseosos de servir, se sentían activos, llamados a hacer cosas, a atender a pacientes y hablarles de Dios. Chon no cubría esos requisitos. Sólo estaba ahí, tal vez como Jesús en la cruz. ¿Cuántos pasarían al lado de la cruz y, después del morbo que eso podría provocar, continuarían con su camino? Cuántas veces les escuche decir: “¡Pobre hombre!”. Pero, ahí donde los sueños y las esperanzas se ven superados por la realidad de un sólo hombre, sólo se pueden estar unos pocos minutos. Tal vez todos huían con cierta rapidez porque no querían pensar que eso les podía pasar también a ellos o a alguien a quien aman. Prefieren evitarlo, ver desde lejos, lamentarse y huir. La vida infrahumana cuestiona a cualquiera; durante los minutos en los que se estaba con él, uno comenzaba a cuestionar las instituciones, la pobreza en la que vive la gente en el país. Ahí se morían muchas imágenes fal- sas que se tienen de Dios, sí, de ese Dios que no baja a su hijo de la cruz. Ahí se podía vivir el sinsentido de la ausencia divina, que se asemeja a la no existencia. Se cuestiona la facilidad de dudar de Dios, de las instituciones, de las creencias, pero con el estómago lleno y un lugar dónde dormir, pero, ¿qué pasa cuando se duda de todo esto no teniendo nada? Chon murió y nadie le lloró, no lo velaron, ni le dieron un lugar para su cuerpo, dejó de existir, como lo hacía desde hace mucho tiempo. Autarquía 7