Autarquía 1 | Page 19

“ He sido un viajante , versan mil rostros y siete verdades a medias sobre mi corazón que las constituciones encierran en fronteras ;”
Foto por : José Antonio Lama razones . La única que no me atrevo a utilizar es “ por suerte ”. Sería concederle valor metafísico , incluso teológico a la nada y , por ende , creer aquella metáfora de lo abstracto que el derecho suele llamar individuo . Más bien considero que vivo de este modo por un acto de la voluntad que las buenas antropologías denominan amor . Recuerdo que a uno de mis tíos , algún buen hombre le devolvió las ganas de vivir luego de dispararle cuatro veces en sus brazos . No sólo eso , también le tornó el deseo de no robar , de trabajar … después de seis meses hospitalizado se despertó con dos hermosas hijas futuras y una esposa por conocer . A su hijo , mi primo , que por cariño llamábamos Alfredito , le sucedió algo similar : un policía le quitó definitivamente las ganas de morir mientras intentaba escapar de una amenaza que le había rondado con sabor metálico . Escalando por una pared , esa amenaza se le clavó en la espalda peor que los malos recuerdos y ya no lo dejó pensar ni en hijos futuros , ni en casa propia , ni siquiera en terminar la corrida que le hubiera deparado algunos días más de vida . Pero a mí me salvó el amor : justo cuando un fusil apuntaba mi frente , los rostros presentes y los lejanos de quienes me han amado dejaron impregnado el beso definitivo que hiciera imposible asistir a mi propio entierro .
Por eso cuando hablo de identidad , necesariamente parto del amor como parto de los versos de Vallejo para explicarme la vida : “ Hay golpes en la vida , tan fuertes … ¡ Yo no sé ! Golpes como del odio de Dios ; como si ante ellos , la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma … ¡ Yo no sé !”
Porque el hombre o la mujer que aman y se saben amados , y asumen los puños furibundos de la existencia , se alejan de aquello que Nietzsche llama el último hombre , pero también del hombre débil que se deja impresionar por el acantilado sobre el que camina y que , a lo sumo , llega a ser león : un títere de su propia rebeldía , del miedo al vacío de la muerte de Dios . Desde este sitio descubro que voy siendo ( y subrayo el sentido gerundial del que explica Zubiri ) todo aquello que es aportado

“ He sido un viajante , versan mil rostros y siete verdades a medias sobre mi corazón que las constituciones encierran en fronteras ;”

a mi persona y aquello que ofrezco a la realidad . La identidad no es algo dado , determinado , sino un carácter abierto que vamos configurando . A mis amigos suelo decirles que me encanta ser extranjero . Es mi modo de manifestarles que les agradezco por lo que dan a mi vida ; ellos y sus circunstancias , no su nacionalidad ni su historia patria , sino ellos . A mis enemigos también les repito lo mismo : es la manera de burlarme de su pretensiosa y sádica intensión inscrita en mi pasaporte de decirme que soy natural de un sitio .
Diego Vargas .
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