andar por ahí | martin patricio barrios ago. 2012 | Page 20

Megáfonos de minaretes llamando a oración, llamando latosos a rezos, a hombres respetuosos de dios, a hombres temerosos de dios, creyentes de cabeza cubierta y pies lavados con aguas no siempre limpias, pies lavados con aguas turbias, pies agrietados, callosos, lavados con aguas barrosas que limpian pies sucios de almas limpias de hombres que apilan sandalias, ojotas, zapatillas deshilachadas, zapatos de suelas endurecidas a fuerza de lluvias sucias y mal secadas, zapatos sin cordones; como todos los llamados metálicos de megáfono de minarete que resuena entre el pecho y el alma como los graves de Bukowski en la ventana de aquella casa mía las noches de verano, asustando monos ladrones en los techos de Varanassi que corren aullando entre hilos de barriletes demasiado chicos para tanto cielo, espantando pájaros en los laberintos sofocados de clavo y de calor de Stone Town, moviendo los ojos vacíos del ciego de la gran mezquita de Djenné; megáfonos de conos gastados que llaman a oraciones y hacen volar a las palomas de Hassan II y de Hagia Sophia; megáfonos de madrugada latosos que llaman a oraciones mientras yo miro las calles sucias, las piedras gastadas, quemadas de orines y respiro el aire ácido de las hogueras y me pican los ojos y trato de no mezclar la vida con la muerte, las flaquezas con las necesidades, los imperios con mis miedos; trato de separar lo esto de lo aquello y me meto las manos en los bolsillos para no tener frío en las manos, para que las manos que son mías no toquen lo que no es mío, lo que me rodea, la mierda, la lepra, los troncos de maderas preciosas que esperan quemar cuerpos de creyentes, maderas preciosas meadas por creyentes necesitados de mear, perros sarnosos, cualquier cosa que no sea la parte de adentro de mis bolsillos que están limpios de cualquier cosa que no sea la parte de adentro de mis bolsillos o mis manos que sudan un poco mientras camino por las callecitas húmedas y las bocinas de los minaretes llaman a oración y pienso yo y trato de protegerme yo de la tanta muerte que va por ahí, por las calles húmedas de un país donde la muerte anda por ahí, por la calle, con el mismo sin sentido que por las calles de cualquier país de África andan por ahí las vidas sin sentido; y ella va a escribir en su cuaderno de viaje algo sobre el ruido de la moneda en la lata de la leprosa y mucho después yo pondría una moneda a algún mendigo, tal vez en Xi´an, y le diría: no voy a ser mejor persona por esto, pero si existe dios, ojalá se acuerde, mientras pensaba en la cantidad de muerte plagada de sentido y en la cantidad de vida sin ningún sentido. Varanassi, India, 2010.