American School of Asuncion Travesía 2017 - versión final | Page 23

Por instantes, su mente se resistía a aceptar la realidad, había cierta nos- talgia de aquellos días en los que podía disfrutar de su familia y su hogar. Era como si el fragor del combate lo con- fundiera entre el miedo y la angustia, por lo que no recordaba muy bien toda su vida antes de la guerra; lejos quedó aquel tiempo cuando solo se preocu- paba por ir a la escuela y jugar con sus amigos; por estos días lo que ocupaba su mente era únicamente si podría so- brevivir otro día más de guerra. Mateo era uno más de los tantos que caminaban en la retaguardia si- guiendo el campamento de López. En una de esas escuchó a unos ancianos hablar. “¿De qué hablan?”, preguntó. Los ancianos le respondieron “De la escasez de soldados mi hijo, pero tam- bien dicen por ahí que los nuestros acabaron con uno de los jefes brasile- ños.” Eso lo dejó pensando. “Será que vamos a ganar” se preguntó Mateo. Pero, al rato, escuchó que el ejército brasileño avanzaba hacia Piribebuy. Días después, el 10 de agosto, el ejército brasileño ya había rodeado Piribebuy. Fue entonces que Mateo decidió ayudar, en honor a su padre, pues ya no había soldados para luchar. Pasaron seis arduos días preparándo- se para la gran batalla, y los brasile- ños se acercaban más y más. Mateo notó que de aquel ejército paraguayo ya no quedaba nada, solo había mu- chos niños de 6 a 8 años, disfrazados de adultos, algunos ni siquiera lleva- ban armas, solo imitaciones de fusiles hechos de madera. La batalla se inició muy temprano ese 16 de agosto de 1869, ni bien cayó el alba y fue una masacre total, niños sangrando pero sin perder el valor, el ruido de los fusi- les, el llanto de los niños rogando por su vida, enemigos matando sin pie- dad, criaturas que con la mirada fiera llevaban muy presente el emblema de vencer o morir. Casi nadie se salvó de aquella brutalidad. En el fragor de la batalla, Mateo escuchó a un coman- dante brasileño decir que tendria que matar a todos, no dejar a nadie vivo. Tenían que dirigirse al Hospital de Pi- ribebuy, cerrar las puertas y ventanas, e incendiar el hospital. Mateo pensó en todas las vidas que se perderían y decidió hacer algo al respecto. No quería que nadie su- friera el dolor que él sintió cuando se enteró de la pérdida de su padre. En- tonces, corrió hacia el hospital. Llegó justo a tiempo y empezó a gritar: “Sal- gan todos del hospital que ahí vienen B ibliografía - http :// www . abc . com . py / articulos / batalla - de - acosta - nu -16- de - agosto - de -1869-147537. html Travesía • revista estudiantil 23 los Kamba, van a a incendiarlo todo!” Inmediatamente, la gente comenzó a salir desesperada del edificio, sacando a todos los cuerpos y enfermos que podían. Pero todo esto no fue sufi- ciente. Los soldados llegaron antes que todos pudieran salir, cerraron las puertas y ventanas para evitar que escaparan e incendiaron el hospital. Debido a esta trágica acción murieron más de 600 personas, incluyendo ni- ños y mujeres. Fue una gran pérdida para el país. Mateo quedó devastado porque no pudo salvar a todos, se sentía culpable por no haber hecho más... Sin embargo, lo que jamás supo es que ese día se convirtió en un hé- roe al salvar a tantas personas. Si él no hubiera avisado que los brasileños se acercaban, todas las personas que se encontraban en el lugar hubieran muerto. Hasta el día de su muerte, Mateo llevó en el alma esta terrible tragedia y siempre recordaba a las personas que no lo habían logrado. Oraba cada noche por sus almas y el bienestar de sus familias. Él fue recor- dado por muchos hasta el día de su muerte. Hasta hoy los descendientes- de algunas personas que se salvaron mediante su auxilio van al cementerio local y rinden tributos en su tumba.