Contra la opinión mi abuelo, seguramente estaría mi abuela. Y no porque le interesasen especialmente los debates sobre teórica semántica, sino porque ellos solían estar en desacuerdo. Al estilo anuncio navideño de Campofrío; mis abuelos se llevaban 20 años, cada uno era de una España y tenía una forma totalmente distinta de ver la vida.
Yo personalmente creo que estas tres teorías sobre la utilidad de las palabras, aparentemente opuestas, son totalmente ciertas. Y para argumentarlo, me apoyo en todo lo que me han enseñado mis profesores de vida a los que supuestamente yo enseño a debatir. Pues este fantástico grupo humano me demuestra cada viernes cómo trabajando con palabras y buenas personas uno descubre la importancia de la autenticidad (dando así la razón a mi abuelo); cómo entre la discrepancia siempre hay espacio para el amor como demostraba mi abuela, y cómo al estilo Juan Ramón, artículos como este sirven para vestir con palabras todo lo que me han hecho sentir y seguramente nunca podré llegar a expresar. Por eso mi concepción de la palabra es la de un puente que hay que cuidar, no por su belleza o esplendor, sino por todo lo que pierdes si dejas de poder cruzar al otro lado.
Diego de Castro