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La Guelaguetza

en una interactuación entre espectadores y participantes de la Guelaguetza, logrando asì la integración de propios y extraños al espectáculo Es increíble para las personas que cambiamos el lugar de residencia hacia otro estado u otro país no encontrar la solidaridad para practicar la Guelaguetza, Acostumbrados a compartir en el gusto y en el dolor encontrarnos con una sociedad en donde cada quien guarda para sì lo que en un momento pudiera ayudar a alguien más. No es raro observar en el pueblo oaxaqueño que cuando se celebra una boda llegan los invitados con viandas, bebidas, cervezas y todo aquello que pudiera dar realce a tal evento para la felicidad de los desposados, sabiendo que en cualquier momento cuando les toque celebrar serán apoyados de igual manera sin tener que llevar un control de lo compartido.

El sábado anterior al Lunes del Cerro, se realiza el desfile de las delegaciones provenientes de las ocho regiones, en una animada calenda y convite que recorre el Andador Turístico hasta el Zócalo, el atrio de la Catedral y la Almeda de León. Las delegaciones participantes, ataviadas con sus trajes regionales, acompañadas al son de la música de su tierra y la algarabía de sus danzantes adornan el centro de la ciudad.

Cualquier turista extranjero o mexicano se contagia de la alegría de las canciones, de los bailes, del vestuario y màs aún al poder compartir los atuendos típicos que se pueden adquirir en cualquier mercado o calles del andador turístico de Santo Domingo. Curioso es que en cuanto se pisa tierra oaxaqueña abandonamos la ropa que usualmente portamos vistiéndonos a la usanza de las diferentes comunidades que disfrutamos.

La Guelaguetza nos transporta a otro mundo, donde el colorido de los trajes, la gastronomía, sobre todo el amor que se respira entre los oaxaqueños hace que nos integremos rápidamente a sus costumbres.