2 Generaciones Número 5 | Page 21

Daniel Landa

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Al cruzar la puerta presenciamos un espectáculo insólito.

Lo primero que me deslumbró fue la luz de las velas. Miles de candelas de todos los colores se consumían a los pies de los santos. Había decenas de urnas pegadas a las paredes de la iglesia con todo el santoral representado en su interior. La iglesia carecía de bancos y en su lugar se habían esparcido ramas de tomillo. Sobre el manto aromático se sentaban los lugareños en grupos e iniciaban sus rituales. Portaban todo tipo de cosas: vasos, refrescos, objetos personales, gallinas vivas, velas, inciensos…

Un chamán (llamados aquí iloles) suspendía sus brazos sobre la cabeza de una mujer compungida mientras declamaba algo en un dialecto local. Entonces me sobresaltó el aleteo desesperado de un ave y al girarme vi que otro chamán estaba decapitando una gallina, allí mismo, junto a una familia que rezaba a un santo. Varias mujeres encendían velas de colores según el fin de sus plegarias y algunos hombres bebían coca cola para eructar con fuerza y espantar así los malos espíritus. La atmósfera de aquel lugar era espesa. La sangre de las gallinas, los eructos, las plegarias, los santos, los chamanes, la luz cegadora de las velas… la tradición del indígena le ha llevado a reinventar religiones extrañas, mezclando cruces y amuletos. Y en ese crisol de credos se encuentra precisamente la personalidad de San Juan Chamula.

espíritus. La atmósfera de aquel lugar era espesa. La sangre de las gallinas, los eructos, las plegarias, los santos, los chamanes, la luz cegadora de las velas… la tradición del indígena le ha llevado a reinventar religiones extrañas, mezclando cruces y amuletos. Y en ese crisol de credos se encuentra precisamente la personalidad de San Juan Chamula.

En pueblos como Zinacantán, los habitantes son igual de celosos con sus tradiciones pero tienden a mostrarlas de forma más festiva, luciendo sombreros con tiras de colores y trajes rayados. Al llegar a la plaza principal descubrimos que la multitud se vestía de un azul alegre pero si nos acercábamos, los hombres nos dedicaban una mirada instigadora. Sacar la cámara en aquel lugar seguía siendo una temeridad. Lo respetamos y decidimos aparcar nuestra condición de periodistas y sacar a pasear nuestra vocación viajera.

En Chiapas, la fuerza de las raíces indígenas es admirable e incluso acaba asustando un poco. Cuando Manlio Fabio nos sacó de allí