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P31 SÁBADO 09 DE FEBRERO DE 2019 DÉCIMA HUGO RAMOS POR: JUAN VILLORO COMIDA QUE CANTA Yo respeto: AMLO ¿ En qué momento se decidió que comer fuera una experiencia musical? Los chairos de las bravatas, Entras a una cafetería y eliges una mesa ideal para la conversación, fl anqueada por dos parejas silenciosas (un matrimonio histórico que ya no necesita dirigirse la palabra y unos novios que aprovechan la cita para consultar sus celulares). Pero en cuanto te sientas, un ór- gano melódico recuerda que Roberto Carlos es parte de tu vida. ante tal afirmación, junto con el cebollón, con el rabo entre las patas, Has oído tantas veces esa melodía que reci- tas mentalmente: “El gato que está en nuestro cielo/ no va a volver a casa si no estás/ lo sabes mi amor, que noche bella/ presiento que tú es- tás en esa estrella”. Te pones triste por el gato hasta que recuerdas que son las 9 de la maña- na y has ido a un desayuno de trabajo. No son horas para pensar en el gato que se fue al cielo y sólo volverá cuando ella regrese a casa, algo difícil porque se encuentra en una estrella. hoy no prendieron fogatas, con comentarios hirientes. Hoy se muestran muy prudentes, y ante el insulto hacen mutis, porque se les frunce el cutis a esa bola de “valientes”. La métrica provoca cosas raras. Poco más adelante, el protagonista confi esa como héroe griego (con verbo al fi nal de la frase): “en mi al- ma una lágrima hay”. Demasiado para las 9 de la mañana. Durante décadas, las familias mexicanas se atuvieron a una máxima: “El que come y can- ta loco se levanta”. La frase no sólo es extraña, sino innecesaria. Ningún niño llega a la mesa de los corn pops para entonar con delirante énfasis: “Voz de la guitarra mía...”. Si hace eso, no necesita saber que se volverá loco porque ya lo está. Aquella frase persiguió a varias genera- ciones, como si al ver unos cubiertos el mex- icano se sintiera en Bellas Artes. Supongo que el temor venía de una profunda paradoja: no había que cantar en la mesa precisamente porque sería atractivo que alguien cantara. El silencio es para nosotros la forma más eviden- te del fracaso. Hace unos años mis hijos y yo coincidimos en un restaurante con una familia sueca. Apos- té a que no se dirigirían la palabra en toda la comida. A mis hijos les pareció imposible que esos turistas convivieran sin otro rumor que la masticación; sin embargo, durante un par de horas asistimos a una escena de Bergman: los suecos aportaban el silencio y nosotros la de- presión de que eso sucediera. Aunque ellos es- taban contentos sin hablarse, estuvimos a pun- to de ofrecerles una canción. Total que las comidas calladas no nos gus- tan. ¿Justifi ca eso que el vacío se llene con tres televisiones sintonizadas en distintos cana- les mientras José José lamenta ser un volcán apagado? El ruido se ha convertido en un falso equivalente del bienestar. ¿Cómo llegamos a este punto? En sus orí- genes, el mariachi sólo incluía instrumentos de cuerda. La gente sufría por el amor perdido y hablaba de otras cosas. Nadie escribirá una historia imposible de contar: la forma en que la conversación decayó hasta ser aniquilada por las trompetas. ¿Quién platica con “El Son de la Negra?”. El mariachi opera con tres estrategias mili- tares. La primera consiste en defender el frente de batalla. Es la más noble de las variantes. Llegas a un sitio donde sabes que el sentimien- to estallará con armonía y te dispones a oírlo. La segunda táctica es menos grata y puede ser descrita como el “sitio de Tepatitlán”: oyes a un mariachi del lado izquierdo y aparece otro del derecho; no necesitas volverte para saber que ahí viene otro mariachi. Has caído en un cerco que sólo se resiste aceptando que el am- or es confuso. La tercera modalidad es la emboscada. Na- da indica que habrá músicos de corbatín tricol- or: no hay equipales ni ruedas de carreta a la vista. Pero antes de que muerdas un totopo, el aire cruje con otro estruendo: el mariachi que estaba oculto llega con efi cacia de guerra de guerrillas. No toda la música arruina la comida. En cantinas y restaurantes de prosapia aparecen tríos que ofrecen “una canción para la dama”. No se trata de una imposición, sino de una pro- puesta. CLIMA “Cuando mi canalito era el Secretario del Trabajo, tenía bien arreglado lo de las maquiladoras”. 10° Nublado 16° Máxima 09° Mínima 17° / 12° Ciudad Mante 12° / 09° Matamoros 06° / 05° Nuevo Laredo 09° / 08° Reynosa